Capítulo 7

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Cuando nuestros padres salieron de la oficina de la directora a la mañana siguiente, después de una reunión de no más de quince minutos, se podría decir que todos nos quedamos más tranquilos.

Steph había estado con el corazón en la boca desde que había visto a mi padre y a Abril (a esta última conversando con la madre de Sergio, con quien se había encontrado en el camino) aparecer por la puerta de la escuela el día pactado, pero saber que a mí no se me habían hecho las cosas tan difíciles al llegar a casa con moretones en la cara y heridas en el cuerpo la había puesto un poco menos ansiosa. Ellos, los dos miembros de mi familia que habían ido a responder por mí, habían llegado justo después del timbre que nos indicaba que debíamos entrar a los salones, por lo que no tuvimos tiempo ni de mirarlos entrar. El resto, quedó a nuestra imaginación.

La noche anterior había sido de lo más rara, ya que todos en casa habían reaccionado como yo esperaba al verme en el estado en el que me encontraba y oír mi explicación al respecto, excepto por uno.

Mi madre se había horrorizado, Abril había ahogado un grito, pero mi padre, por el contrario, se había visto complacido.

—Ay, vamos —sonrió en lo que me guiñaba orgullosamente un ojo—. Los hombres pelean, es normal, mi hijo es todo un hombre.

Yo no estaba muy de acuerdo con eso, pero no me animé a decirle nada a él. Más tarde en mi habitación, en cambio, me puse a pensar en todo lo que había aprendido y descubierto en la tarde que había pasado con Sergio. Entendía todo lo que había sido una incógnita por meses, pero tenía nuevas incógnitas que no sabía si quería responder. Sobre todo, viviendo en donde vivía. Sobre todo, cerca de un padre que me acababa de felicitar por golpear a un compañero, una madre que reía de sus chistes discriminatorios por puro compromiso, casi confundida, y una hermana que no sabía cómo hacerlos entrar en razón a los dos. No quería alborotarme la cabeza, pero no podía evitarlo.

Como fuese, el asunto de la pelea se solucionó muy pronto quedando como una llamada de atención y todo volvió a la normalidad bastante rápido, como si no hubiera pasado nada importante. Sin embargo, era martes de Educación Física, por lo que no pude olvidarme del tema con la facilidad que hubiera querido.

Una vez dentro de los vestidores al final de todo, fui consciente por primera vez de todo lo que debía afrontar Sergio estando atrapado junto con todos nosotros. Lo incómodo que debía ser para él, lo doloroso que debía resultarle recordar los peores momentos de su vida. Yo no entendía por qué ahora que sabía lo que Sergio ocultaba, me parecía sentir algo raro en la boca del estómago cada vez que lo miraba. Quería repetirle a cada momento que tuviera la oportunidad que lo entendía, que no estaba solo.

Quizás me callaba solo por miedo. ¿Miedo a qué? Simple: a darme cuenta de que lo que muy en el fondo suponía era cierto.

¿Y qué era lo que suponía muy en el fondo? Eso tenía nombre propio: Sergio.

Dándome cuenta de que me había quedado mirándolo, aparté la mirada y continué vistiéndome, mientras mis compañeros se preparaban para salir. Él, como siempre, se hallaba sentado en una de las bancas esperando a que no hubiera nadie para no exponerse.

"Sencillamente no puede ser", pensé, sacudiendo la cabeza. Yo quería muchísimo a Sergio y le hubiera dado un riñón si él me lo hubiera pedido. Solo que no lo quería... de esa manera. Esa que todavía me producía escalofríos. Era imposible. No solo imposible, también incoherente. Disparatado. Estúpido.

Yo no podía estar enamorado de Sergio. No podía ser gay yo también. No era que tuviera nada en contra de ellos, como ya me había explicado incluso a mí mismo, pero yo no lo era. Estaba casi convencido de eso.

Del otro lado ©Where stories live. Discover now