Prólogo

349 33 8
                                    

— La vida ya no tiene sentido, ni siquiera puedo estar bien si tú no estás aquí...— Los pensamientos de Aphelios resonaban tan fuerte en su cabeza que ni siquiera pudo escuchar cuando, al cruzar una calle, las personas a su alrededor gritaban del peligro inminente.

Un camión de carga se aproximaba a gran velocidad, incluso el chofer de la unidad comenzó a pitar, y aunque quiso frenar era tarde, había logrado impactar de lleno en contra de la distraída persona.

Lo último que Aphelios vió fue cuando las resplandecientes luces le cegaron, no le importó moverse, simplemente cerró los ojos, sintió el impacto, y justo después, su final.

—Aphelios. — Una voz desconocida llamó su nombre así que abrió los ojos de forma rápida. ¿No había muerto? ¿De verdad había sobrevivido a un camión de quizá una o dos toneladas?

—¿Dónde estamos? — Estás en un lugar muy frecuente para las almas que vagan penantes, desde la sombra, no en lo terrenal, y tampoco en lo espiritual.

—Entonces... ¿estoy muerto? —

—Lo estás... por desgracia, tu hora y fecha de muerte no coincidieron con las que ya estaban escritas para tu vida. — El hombre se acercó y extendiendo su mano ayudo al chico a levantarse y poco después observó un libro que llevaba entre sus manos.

—Veamos... Sí. Aphelios Mirac. Estudiante universitario; 24 años, mellizo de un matrimonio fallecido y por desgracia tu hermana murió hace no mucho de una enfermedad. ¿Es verdad? —

El joven de cabellos obscuros como la noche, piel blanca, tersa y ojos color azul desvió la mirada a otro lugar, su mueca era una similar entre la tristeza o el enfado. —Ella no debió de haber muerto de esa manera, tan triste... sin nada que pudiera hacer. — Hizo un momento de silencio antes que el contrario lo rompiera.

—Tu muerte cuenta como un suicidio. — El hombre habló con una ligera voz apática mientras cerraba el libro.

—¿Suicidio? Dejé que un camión me embistiera aun cuando tuve oportunidad de correr, sí... creo que fue un suicido entonces.

—No lo digas como si estuvieras orgulloso de lo que hiciste.

—Pero lo estoy, estoy muerto... significa que podré ver a Alune, mi hermana... ¿Dónde está? — Y sin siquiera pedir permiso o ver en el lugar donde estaba comenzó a caminar.

—No puedes moverte como si te hubieras ganado un pase directo al cielo. — El sujeto tomó por las ropas al chico haciendo que se detuviera al instante. —Las personas que cometen suicidio no están destinadas al cielo, y tampoco al infierno. Por lo que hiciste dudo mucho que puedas ver a tu hermana ni en vida ni en muerte. —


Aphelios abrió los ojos con sorpresa y pronto su mueca se convirtió en el rostro total del enojo. —¿Cómo es eso posible? Por eso anticipé mi muerte, para poder estar junto a ella. —

—Tu hermana murió por una enfermedad, e incluso aun cuando las almas benévolas estaban ahí esperando por su alma ella oró hasta su último aliento. Entre tú y ella hay tanta diferencia ahora. —

El mundo se derrumbó completamente para Aphelios, había renunciado a su vida para poder estar con su hermana y ahora resulta que tampoco ahí podía verla. Sus ojos comenzaron a derramar lágrimas, pero no de tristeza, si no, de enojo.

—Entonces no vale la pena seguir aquí perdiendo el tiempo... ¿Qué debo de hacer ahora para trascender? — Murmuró el joven.

—No sé qué ideas tengas de todo esto, humano... pero parece que estás equivocado, aquí no "trasciendes" solamente porque ya estás muerto. — El hombre se cruzó de brazos. —Sellaste tu destino sin cumplir lo que tenías escrito para ella, tu castigo será vagar a solas, sin ser escuchado... sin poder ser visto, solo caminando en la nada hasta que purgues los años que desperdiciaste con esta tonta idea que te costó todo. —

Aphelios abrió los ojos con sorpresa, entonces ¿se convertiría en un alma en pena? Durante su vida había estado al tanto de los fenómenos paranormales, las almas en pena eran las que más sufrían de todas, no podían encontrar el descanso, tampoco llegaban al infierno, eran almas olvidadas, perdidas y errantes durante mucho tiempo, incluso durante siglos había leído por ahí.

—No puedo convertirme en una de esas almas. — Murmuró aún algo impactado por la noticia.

El hombre abrió nuevamente el libro para poder ver un poco más allá de la vida del muchacho. —Realmente no fuiste una mala persona, ayudabas de vez en cuando, eras un buen hijo, un buen hermano... tu hermana supo guiarte mejor que tus mismos padres. —

Aphelios asintió, sus padres casi no tenían el tiempo para cuidar de los mellizos, aunque no podía quejarse durante su vida jamás le faltó anda, más que la atención de sus progenitores, pero eso era un tema para otro día.

—Debe haber algo que pueda hacer para expiar mis pecados y no ser un errante, se lo suplico. — Añadió Phel con la voz entre cortada.

—Tendrás una sola oportunidad. — El hombre de canas habló mientras develaba la realidad de su identidad, una persona cadavérica, de cabellos blancos llevaba una guadaña larga, sus ropas eran andrajosas y rotas, así como el libro en sus manos brillaba en un ligero color espectral, era la muerte. —Si quieres verdaderamente purgar esas penas que te atarán durante un tiempo debes de realiza labores dignas que te convertirán finalmente en un ángel o en un demonio, tu futuro como alma depende de esto.

Con su guadaña atravesó a Aphelios quien asustado por el momento sintió como su cuerpo se transformaba, su apariencia física fue a pasar a un segundo plano, observó sus manos y tocó su propio rostro tratando de saber que es lo que había cambiado además de su piel y sus ropas.

Corrió tratando de verse frente a un espejo o algún reflejo, pero era realmente difícil, simplemente no podía apreciar su reflejo en donde sea que se detuviera, apenas y apreciaba una sombra.

—¿En qué me has convertido? — Murmuró asustado.

—Por ahora eres un anima sola, y por tu motivo de estar aquí tienes esa apariencia casi demonial, tu tarea será complicada, Aphelios... pero dependes de ella para poder liberarte de esta maldición. —

Entre los brazos del joven apareció lo que parecía una guadaña, pero en una de menor tamaño a la que el sujeto frente a él tenía.

—Vigilarás a las personas que están escritas en esta lista. — La mencionada apareció también de la nada en la mano contraria del joven.

—Desde ahora eres un ángel de la muerte, Aphelios... Los nombres que aparecen aquí es la de personas que morirán pronto, tu deber es asegurarte que el rumbo que tienen sea el que está escrito. —

Aphelios desplegó la hoja, creyó que se trataba de una o dos hojas, pero la lista cayó al suelo y rodó hasta que quizá tres metros se desenrolló del pergamino.

—Estas son demasiadas personas...

—No, son solo los que a ti te tocará vigilar, cuando tu lista termines y si hiciste todo correcto tendrás tu recompensa, si no, tu castigo será ese que tanto te asusta, ser un alma errante.

—¿Cómo sabre que estoy haciendo bien mi trabajo? — Murmuró el joven mientras veía la lista, todos tenían un nombre completo a la derecha y a izquierda la causa de la muerte y la hora y fecha exacta de ella.

—Sea como sea ocurrirá en la fecha, la hora y la forma tal como está escrita, te lo advierto... no puedes interferir con los humanos, no puedes tomarles cariños y de preferencia trata de no ser visto. —

Aphelios volvió a cerrar bien el pergamino, suspiró un momento.

—¿Qué pasa si no sigo las reglas?

—Tu destino se sellará en donde estés y vagaras por la eternidad entre los desgarradores llantos de otras animas perdidas, ni ellas podrán ayudarte y tu tampoco a ellas. —

Aphelios tragó en seco, cerró los ojos y asintió.

—Tu deber está explicado Aphelios, ahora es tu turno de marcharte. —

La muerte tocó con su mano la frente del joven y la vista de este se iluminó por completo en una cegadora luz.

((Aphelios, art original: Alakreidei

((Holiii, pues aquí andamos, en un nuevo proyecto <3 

Angelus MortisWhere stories live. Discover now