Capítulo 23

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Lunes 17 de febrero del 2020. Noche.

Apoyó la espalda en la pared, colocó sus manos encima de las rodillas y echó un suspiro. El pasillo estaba oscuro y solo se escuchaba la voz de Carina en el cuarto de atrás.

Leslie estuvo allí horas antes, haciéndole silenciosa compañía, pero, y después de horas de debatirlo en silencio, decidió que iría a disculparse con Adara. Así que se levantó, se despidió de Carina y fue hacía el cuarto de Adara.

La convicción la abandonó cuando estuvo parada frente a la puerta, su valentía se había esfumado. Sin embargo, quería hacerlo, y por eso se negó a irse. Fue así como acabó sentada en el oscuro pasillo, infundiéndose valor para levantarse y tocar.

Venus no había regresado. Leslie tenía la impresión de que no volvería a dormir esa noche y le entró la curiosidad, ¿qué estaría haciendo? ¿Dónde dormiría? Incluso llegó a preguntarse si —también— había arruinado las cosas con ella por lo que dijo en la cocina. Se mordió el labio y recordó que todavía tenía una disculpa pendiente para Venus.

Lo bueno, entre todas sus desdichas, era que volvía a tener ese trato cordial —casi amical— con Carina. Ella se habría mostrado interesada en saber cómo Leslie había acabado compartiendo cama con su hermana, Venus, pero, cuando Leslie terminó de contar su historia, no hizo mayores comentarios. Leslie estaba silenciosamente agradecida por eso.

Suspiró otra vez, muy bajito. ¿Qué hora sería? No tenía forma de saberlo y no quería preguntarlo a Carina, después de todo no era tan importante. Miró la puerta de Adara y decidió que se disculparía el día siguiente, el sueño estaba venciéndola.

El chillido de la puerta al abrirse hizo que pegara un salto. Leslie levantó la vista, asustada, y comprobó que sus suposiciones eran ciertas: Adara estaba parada bajo el marco de la puerta.

No podía ver su rostro con claridad, pero sus sentidos le decían que estaba fulminándola con la mirada. Se apresuró a levantarse, sabiendo en la posición desfavorable en la que se encontraba.

Escuchó los pasos de Adara retumbar sobre el piso de madera. Trago saliva.

—Espera —pidió.

Ella se detuvo frente a la escalera.

—¿Qué? —preguntó Adara en tono cortante.

Leslie se acercó a ella, sus piernas temblaban como si estuvieran hechas de gelatina.

—Lo siento por lo de ayer —dijo sin más. Había olvidado cada una de las largas oraciones que planeó para disculparse—. Me sobrepase y lo lamento mucho.

Esperó que Adara dijera algo, lo que fuera, pero no lo hizo. A excepción de la música de Carina, no se escuchaba ningún otro sonido.

Leslie pensó que no sería tan malo que el suelo se abriera y se la tragase. La incomodidad empezaba a ser palpable.

Entonces, Adara soltó un largo suspiro y Leslie creyó ver como sus hombros se desinflaban, liberándose de la tensión contenida.

—Está bien, no te preocupes —susurró ella—. Yo también lo lamento, no debí gritarte así.

Se las arregló para dibujar una media sonrisa. Al instante recordó que estaba oscuro y ella no podía verla.

—Sí, tampoco te preocupes por eso —contestó.

—Bien. —Adara empezó a bajar por la escalera—. Buenas noches.

—¿Adónde vas? —Leslie nunca aprendería.

—Fuera, al bosque. Parece que no lloverá hoy y el cielo está cubierto de estrellas hoy. ¿Quieres acompañarme?

Era una propuesta tentadora que Leslie tuvo que declinar, todavía sentía cierta desconfianza hacía Adara.

El bosque de las brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora