Capítulo 6

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Transcurridos unos minutos Rubí decidió que si seguía escondida en la cesta del globo aerostático, se volvería loca

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Transcurridos unos minutos Rubí decidió que si seguía escondida en la cesta del globo aerostático, se volvería loca. Su corazón todavía no estaba preparado para enfrentarse a Joe. Sin embargo, había un término medio entre salir corriendo y desaparecer durante toda la noche. 

Iba a regresar. Decidió después de secarse las lágrimas. 

No quería ser una víctima más de las fiestas de lady Catherine. Como bien decía su padre, allí habían perdido a su hermana Ámbar. Y según la historia familiar, hasta su tía Sophia había conocido a su tío Brandon en una de esas mascaradas. Los anfitriones, el lugar o Dios sabría qué, influenciaban negativamente sobre la familia Peyton.

 —¿He de suponer que ha quedado traumatizada por el beso más corto de la historia? —oyó que le preguntaba una voz burlona. La reconoció al instante: era la de Brian. Alzó la vista del suelo de la cesta y se encontró con él, que asomaba la cabeza con actitud vacilante.

—¡Oh, Brian! ¿Cómo lo sabes? ¡Al final has venido! Convencí a mi madre para que, a su vez, convenciera a lady Catherine para que permitieran tu entrada en el evento. ¿Han puesto algún impedimento? ¿Has venido con lady Christine? —parloteó. Estaba contenta de verlo. Cuando le pidió que fuera, no esperaba que lo hiciera. No obstante, se sentía estúpidamente ilusionada y protegida con su presencia. 

—Muchas preguntas, cerecita. Como siempre —Brian dio un salto y se sentó a su lado, dentro del artefacto volador—. Lo sé porque estaba en la misma terraza que vosotros. No me reconociste.  

—¡Oh! ¡Así que lo has visto! ¡¿Y si alguien más lo ha hecho?!—exclamó, avergonzada. 

—No creo que nadie más que yo haya tenido la oportunidad de presenciar el beso fugaz de Joe Peyton. Y si lo ha hecho, habrá pensado que tu querido amor se ha chocado contigo, más que besarte. 

Rubí se sonrojó solo como ella sabía hacerlo, y agradeció llevar puesto el antifaz para que le cubriera parte de su rostro. —He hecho un ridículo espantoso. ¿Qué he hecho mal? —le preguntó a su maestro de la seducción. 

—Ay, Rubí, Rubí —Le observó mirar el cordaje y el quemador del globo aerostático al tiempo que apoyaba los brazos en las rodillas en actitud despreocupada—. Ninguna mujer debería preguntarse qué ha hecho mal después de que un hombre la haya besado —Bajó la mirada y la clavó sobre ella—. Y mucho menos una mujer como tú. 

—¡Oh! ¡No seas adulador! Ahora no... Necesito que me des una de tus clases magistrales. ¿Cómo puedo regresar a la fiesta, a su lado, sin morir de la vergüenza? ¿Qué voy a decir o hacer? Le he dicho que mi padre estaría encantado con la idea de que nos casáramos... Sí, no me mires así. Es horrible, lo sé. Ha sido lo más frío, extraño y confuso que me ha sucedido jamás. Era como si, de repente, no conociera a Joe. ¡Mi Joe! ¡El amor de mi vida! El hombre con el que he soñado casi cada noche desde que tengo uso de la razón... Soy una estúpida. Es lo único que se me ocurre. 

Lady Rubí y el Conde de BristolOnde histórias criam vida. Descubra agora