Capítulo 9

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Era muy fácil ser feliz, descubrió Rubí a lo largo de la velada, cuando la casa estaba llena de invitados con los que disfrutar de la temporada social, de la comida al aire libre, de las charadas, de los bailes y de cientos de actividades más

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Era muy fácil ser feliz, descubrió Rubí a lo largo de la velada, cuando la casa estaba llena de invitados con los que disfrutar de la temporada social, de la comida al aire libre, de las charadas, de los bailes y de cientos de actividades más. 

Era fácil ser feliz mientras se tenía a la familia cerca. Aunque no solo disfrutaba de la presencia de su propia familia. Le encantaba charlar con Emma, escuchar las historietas de Jeremy o degustar deliciosos platos junto a lady Christine, que compartía su buen gusto por la comida. 

Pero lo mejor era ver la emoción de los invitados y saber que, esa felicidad, se debía a ella. O, mejor dicho, a las fantásticas ideas de Brian. ¿Sería siempre tan divertido estar cerca de lord Colligan? Ya se imaginaba a la futura esposa del susodicho, lady Christine, organizando fiestas cada semana y viviendo una emocionante vida entre invitados, bailes y comidas suntuosas. 

—Rubí, ¿te gusta? —le preguntó su padre en cuanto terminaron de cenar en el jardín y se sentaron en los banquillos. Había pedido al servicio que colocaran unos banquillos en torno a un pequeño escenario improvisado para que Jeremy pudiera hacer una demostración de su oratoria. El joven, al parecer, dominaba el arte de la retórica en público y estaba dispuesto a entretenerles con un relato. 

Rubí, que estaba sentada entre su padre y su hermana Perla, se llevó las manos al regazo y miró a Joe, sentado junto a sus hermanos adoptivos. —Me gusta ver a Joe feliz con aquellos a los que también considera su familia. Gracias, papá. Gracias por permitir que organizara estas jornadas lucrativas y por dejar que Bethany, Emma y Jeremy formen parte de ellas. 

—Ya sabes que en nuestro hogar todas las personas, sin importar su clase o condición, son bienvenidas —respondió el diablo—. Siempre y cuando sean decentes, tal y como ha apuntado lord Tyne esta mañana. 

Lord Tyne estaba sentado al lado de su hija Christine y de su futuro yerno, lord Brian Colligan. En los banquillos de delante estaban su hermana Ámbar con su esposo Jean, la condesa y Bethany. Esmeralda se había retirado a descansar y los hijos de Ámbar hacía horas que dormían junto a su niñera. 

—Decentes —recalcó Perla con una ceja enarcada—. Todavía no comprendo por qué lord Tyne ha permitido que su hija se prometiera con lord Brian Colligan. 

—Porque su descendencia mejorará claramente si los Brown unen lazos familiares con alguien como mi primo —interrumpió Tim, sentándose al lado de Perla con la espalda muy recta y la mirada al frente—. Y aunque las virtudes de lady Christine sean muchas, estoy casi seguro de que sus propuestas de matrimonio son tan escasas como nulas —ultimó, haciendo que Perla tragara saliva sonoramente y no dijera nada más sobre el asunto.

«¡Vaya! Alguien capaz de hacer callar a la correctísima e intransigente Perla», pensó Rubí con cierta diversión. 

Lo cierto era que, aunque tenía en buena estima a lady Christine, debía reconocer que no combinaba con Brian. Y no por el aspecto físico, sino por sus personalidades. Brian era tan brillante y carismático, y ella tan común y simple...¡Pero en fin! Ese era el acuerdo al que llegó Brian con ella a cambio de salvarle la vida a Jean y no había otro remedio. Quizás Christine fuera capaz de despertar algo en Brian que nadie más podía despertar. ¿Por qué no?

Lady Rubí y el Conde de BristolWhere stories live. Discover now