❆ Capítulo veintiuno: 14° C ❆

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(2240 palabras)


──────⊱◈Harry◈⊰──────



A las siete menos cuarto del día siguiente, el despertador de Louis comenzó a berrear junto a mi oreja. Me desperté sobresaltado, como me había ocurrido el día anterior. Tenía la mente llena de sueños: lobos, personas, hocicos manchados de sangre.

—Mmmh —ajeno a mi sobresalto, Louis se arrebujó en el edredón hasta que sólo pude verle la castaña coronilla—. Apaga eso, por favor. Enseguida me levanto. Tardo sólo un segundo…

Se dio la vuelta, se hundió en el colchón como si hubiera echado raíces en él y volvió a quedarse dormido como un tronco.

Yo, sin embargo, me había desvelado por completo.

Me apoyé en la cabecera de la cama y decidí dejar que Louis durmiera unos minutos más. Le acaricié el cabello con cuidado y luego tracé con el dedo una línea que nacía en su frente, rodeaba la oreja y llegaba hasta la nuca, donde crecía una blanda pelusa. Aquellos mechones huidizos, como plumones que llegarían a ser cabellos, me fascinaron.

Me sentí increíblemente tentado de palparlos con los labios y mordisquearlos suavemente, de despertar a Louis y besarlo y hacerle llegar tarde a clase. Pero no podía dejar de pensar en Jack y en Christa, en personas a las que no se les daba bien ser licántropos. Si iba al instituto, tal vez pudiera captar el rastro de Jack a pesar de mi débil olfato humano.

—Louis —susurré—. Arriba.

Me contestó con un murmullo quejumbroso que interpreté como un «déjame en paz».

—Hora de levantarse —insistí, metiéndole un dedo en la oreja.

Él chilló y me dio un sopapo. Estaba despierto.

Me estaban empezando a gustar nuestras mañanas en común. Mientras Louis, aún amodorrado, trastabillaba hasta el baño, metí dos bollos en la tostadora y convencí a la cafetera de que hiciese algo semejante al café.

De vuelta en la habitación, oí a Louis cantar en la ducha mientras me ponía los vaqueros y revolvía los cajones en busca de un par de calcetines que no fuesen muy de pequeños.

Dejé de oír mi respiración antes de notar que me había quedado sin aliento: entre las ordenadas hileras de calcetines había un montón de fotos.

Instantáneas de lobos. De nosotros.

Con sigilo, las saqué del cajón y me retiré a la cama. De espaldas a la puerta, como si estuviera haciendo algo prohibido, las fui ojeando una a una, con lentitud. Me resultaba asombroso estar contemplando aquellas imágenes a través de ojos humanos.

Podía asignar nombres a algunos lobos, sobre todo a los mayores, que siempre se transformaban antes que yo. Beck, grande, corpulento, a medio camino entre el azul y el gris. Paul, negro y reluciente. Ulrik, pardo y jaspeado. Salem, oreja rota, mirada desorbitada. Suspiré sin saber bien por que.

La puerta se abrió, dejando paso a una ráfaga de vapor que olía al jabón de Louis. Él se acercó a mí y apoyó la cabeza en mi hombro. Respiré su aroma.

—¿Qué? ¿Mirando cómo sales? —me preguntó.

Me quedé paralizado.

—¿Hay fotos mías?

Louis rodeó la cama y se sentó a mi lado.

—Claro. La mayoría son tuyas… ¿No te reconoces? Ah. Claro, no puedes. A ver, dime quién es quién.

𝕊𝕙𝕚𝕧𝕖𝕣 - L.SWhere stories live. Discover now