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Sus ojos se abrieron entre la oscuridad. Suspiró decaída volviendo a cerrar sus ojos, deseado no haber despertado esta vez como lo había estado haciendo cada noche desde que abandonó Nuevo Orleans. No cuando por fin había logrado soñar algo más que esa pesadilla repleta de fuego y sufrimiento.

¿Por qué demonios podía controlar la mente y sueños de cualquiera que le apetezca, pero la suya no?

Pasan unos minutos en los que intentaba volver a quedar dormida y volver a soñar con esos ojos avellana, pero con cada segundo que pasaba era más conciente de su alrededor. Todo rastro de sueño había desaparecido dejandola de nuevo en la oscura burbuja que ultimamente estaba apareciendo con más frecuencia ailandola de su entorno con una capa gruesa e impenetrable.

Esa burbuja era su peor enemigo, pero tambien su más grande aliado. A veces el dolor de estrar dentro de ella le era agoviante y desagarrador. Se sentía atrabada entre sus paredes sintiendo como ese vacio de oscuridad la consumia. Pero otras veces entraba en ella voluntariamente. Había días en los que se decía a sí misma que merecía el dolor y los tormentos, merecía no sentir nada más que el más puro sufrimieto de la culpa.

Ella era Kara despues de todo. Qué más podría esperar un monstruo como ella.

Deja de decir eso. Porque entonces yo estaría enamorado de un monstruo, y eso sería muy estupido.

–Tu siempre haces cosas estupidas –susurra a la nada con voz débil.

El recuerdo de su voz la hace esbozar una casi imperceptible sonrisa, pero al abrir sus ojos el color avellana no le devuelve la mirada. Su sonrisa desaparece. Y entonces esas lágrimas que creyó agotadas vuelven a surgir desbordantes y su corazón se rompe un poco más. Aprienta la almohada contra su pecho, ahogando en ella el primer sollozo mientras sus dedos retuercen el anillo en su dedo como si lo necesitara para respirar.

Sabía que lo volvería a ver. Su necesidad de protegerlo era mil veces mayor al deseo de querer olvidarse de él y enterrarlo junto con todos los rescuerdos que con solo verlo le traía. Porque sí, lo hacía. La culpa era el principal motivo por el que ultimamente esa burbuja aparecía.

La culpa de momentos en los que veía sus ojos tan exactamente iguales y no pudo evitar pensar en su amor del pasado. La culpa de los momentos en los que olvidaba ese amor y cosechaba uno nuevo.

Se sentó en la cama cuando la luz del sol ya había llenado toda la habitación. Las lágrimas yacían secas en sus mejillas y sus ojos permanecían clavados en ese anillo de plata y en las palabras escritas en él.

La puerta se habre a su espalda, pero ella no se inmuta ante la nueva presencia. Por el contrario, su llegada solo vuelve una realidad lo que en su mente rondaba.

–¿Ya estás lista? El auto ya está abajo esperandote.

Nicolas entra en la habitación con la mirada clavada en el teléfono. Pero los segundos pasan y no hay respuesta. Levanta la mirada de la pantalla y observa su falta de reacción extrañado.

SIPHON 3 • Teen WolfWhere stories live. Discover now