Cap. #2: ¿Están bien?

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I

—Luna... Luna... tú no... no tú —no dejaba de llorar y mencionar ese nombre.

Claramente eran sus padres. Luan para calmarse, abrazaba el viejo conejito de peluche de Lincoln. Liby solo debía hablarles a ellos y decir que es su hija, pero algo le decía que no pasaría nada.

—Mamá, ¿qué pasó? —dijo Liby con mucha preocupación al salir de las cortinas.

—¿Mamá?¡Jovencita, no es de buena educación meterse en casa ajena! —le dijo secándose las lágrimas y con enojo.

—¿De qué hablas? Soy yo, Liby —lo dijo con una sonrisa.

—Hola Liby, mucho gusto, pero no entres a mi casa de este modo, o tendré que decirles a tus padres —lo decía tratando de serenarse al notar que esa joven no tenía malas intenciones.

La chica de cabello naranja se quedó estática, se suponía que una persona reconoce a su hija al verla. Recordó que tenía que despertarla; es decir, hacerla entender que ella es su hija.

—Luan Marie, soy yo, tu hija —le tomaba sus manos.

—¡Niña, no es momento para bromas! —le respondía con enojo.

—Pero... —tenía que seguir— ¡mamá, despierta!

Luan tomó del brazo a Liby para llevarla fuera de su departamento, la muchacha se asustó por la fuerza utilizada por su madre.

—No es momento de bromear, jovencita —la soltó cuando ya estaba en el pasillo—. Espero que sea la primera y última vez que entras de esa forma a mi residencia.

Cerró la puerta con fuerza, el sonido resonó por todo el piso de ese edificio. Liby estaba analizando todo lo que sucedió en ese momento, pero se dejó llevar por la molestia en que le habló su madre.

—¡Por eso estás aquí, por no saber tratar con tu hija!

La muchachita se dio cuenta que soltó algo que siempre quiso decirles a sus padres en la cara. Ahora se sentía apenada por lo dicho. Salió del edificio.

—¡Espera! ¡¿Dónde está papá?! —lo recordó inmediatamente.

Al observar su entorno, se dio cuenta que ese lugar estaba repleto de muchas casas parecidas a la de la avenida Franklin. Caminó de frente y mirando a todos lados. Notó que casi todas las casas eran similares y con colores distintivos como rojo, celeste, púrpura, amarillo, azul y muchos más.

—Esto me tomará muchas horas de este mundo —lo decía con desánimo.

Lo que aumentó esa sensación negativa fue que las estructuras cambiaban de lugar con otras haciendo unos movimientos dignos del ajedrez. Liby sentía que aquello tardaría mucho tiempo, pero recordó que a veces el tiempo en los sueños suele ser enorme respecto al tiempo real.

Se disponía a caminar cuando un sapo se le acercó y le pasó su lengua por su pierna, pero no lo hizo en forma amenazante.

—¡Hey, eso es asqueroso! ... Creo que te conozco... —lo decía con una expresión de ahondar en sus recuerdos.

Al mismo tiempo, un conejo se le apareció saltando de un lado a otro, aquel conejo cayó en sus brazos y le dio un sombrero que apareció de la nada.

—¡Tú eres Brinquitos, el sapo y tú eres Gary, el conejo! —lo decía asombrada.

Aquellos animalitos eran las mascotas de la juventud de tía Lana y su madre, no pensó toparse inmediatamente con esta clase de recuerdos.

Una difícil decisión...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora