Capítulo 26

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Vino, perlas, música, arte.

Desde los trajes de los empleados hasta los más altos candelabros debían estar cuidadosamente revisados. Los platillos y aperitivos debían lucir exquisitos de manera que hasta el niño más quisquilloso quisiera probarlos.

Absolutamente todos los invitados traerían trajes de épocas pasadas, cada uno con una máscara que añadiría originalidad al baile.

Había sido un martitirio convencer a la junta de vecinos permitirle usar esta temática puesto que muchos dijeron que disfrazarse y usar máscaras era algo propio de Halloween, y por su puesto esa pequeña y conservadora ciudad no podía permitir tal atrocidad.

En fin, no era oportuno tomar en cuenta esos detalles puesto que ya los tenía arreglados.

Entre la lista de cosas que tenía cubiertas figuraban los invitados confirmados, su vestido, las bebidas y Lilian.

Pesé a haber tenido algunos altibajos con esta última consideraba que lo había manejado bien. Ella había estado encerrada resistiendose al principio para luego ir perdiendo fuerzas quedando como una débil flama.

Las acciones y palabras recitados en esos eternos dos días no iban a ser mencionados nunca más, después todo el esfuerzo mental de convencerse a sí misma diciéndose que era la única opción, no quería tener que soportar más martirio.

— Señorita Dalia, el señor Atwood y su hijo el otro señor Atwood están en el vestibulo, solicitan su presencia.

— Gracias Verónica.

Arregló su cabello y caminó el encuentro del señor Charles Atwood, un hombre de cabellos blancos con una apariencia elegante, el patriarca de la familia y director general de los 4 Grand Palace Hotel, junto a él su incompetente hijo Vincent Atwood.

— Que agradable sorpresa tenerlo aquí Señor Atwood.

— Tambien es bueno verte Dalia, aunque las razones para venir no sean las mejores.

— ¿Hay algun problema?

— Vayamos a tu oficina y hablemos ahí.

Vincent sonrió con malicia dándole no muy buenas señales.

— Estamos ya aquí, dígame cual es la situación.

Charles miró a Vincent pidiéndole explicar.

— Verás Dalia me he enterado de una tal Beatriz y me ha sido inevitable no contarle a mi padre toda la situación.

Dalia no mostró reacción alguna.

— ¿Beatriz?

— La chiquilla a la que obligaste a abortar y tienes prácticamente secuestrada. — Expresó Charles con dureza —

— ¿Esperabas que no nos enteraramos? Nos subestimas demaciado.

Estaba acorralada. ¿Le quitarían la dirección del hotel? Tendría que comenzar desde cero otra vez a menos que hiciera algo ya.

— Señor yo...

Charles levantó un dedo indicándole que guardará silencio.

— Dime ¿Alguien más sabe de esto?

— Solo yo y el investigador privado que contrate para vigilarla o por lo menos eso creía.

—¿Como te enteraste hijo?

— Recibí una llamada anónima ayer por la noche.

— Debí haber dejado un directorio por accidente donde ella se estaba hospedando.

« Cuando llega el otoño » Where stories live. Discover now