Prólogo a una leyenda

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Los dioses de la fortuna viven junto a los humanos, ellos son la naturaleza que contemplamos y que nos da de beber, de comer, que nos transmite energía... Pero hay tantos dioses, que los olvidamos y algunos dejamos de rendirles culto. Y la mano del hombre, aunque ahora imperceptible, destruye mediante guerras o egoísmo el entorno natural.

Érase una vez, entonces, un dios que aunque antaño fue muy poderoso, los humanos le olvidaron e incluso los mismos dioses lo hicieron. Entonces, ese dios se convirtió en un ermitaño afincado en su palacio invisible para el ojo humano donde todas las piedras lujosas sentían envidia del hermoso lugar. Pero, un palacio así medio olvidado sólo causaba dolor al dios.

Entonces, un día, una pelota cayó en su palacio. Una niña que vivía cerca estuvo jugando en el bosque hasta que su juguete se resbaló de sus manos y acabó en el palacio del dios como si el destino lo hubiese deseado.

-¿Podría, señor, devolverme la pelota?-le preguntó la niña con una vocecilla aguda.

-¿Y qué gano yo a cambio?-dijo el dios, la niña no pudo ver su rostro debido a la potente luz del sol. Pero las manos pálidas, escamosas y acabadas en unas uñas azuladas brillantes, aferraban la pelota sin mucha fuerza.

La niña dudó y miró hacia abajo.

-Hagamos un trato-le dijo el dios.

-¿Qué clase de trato?

-Yo te devuelvo la pelota, si tú te quedas conmigo para siempre...


-¡PERO ESO ES IMPOSIBLE!-gritó Mei, de 6 años, a su padre-. Nadie puede vivir para siempre, tú me lo dijiste.

-Claro Mei, pero por eso es un cuento-sonrió su padre y le acarició el pelo a su hija-¿No deberías de dormirte ya?

-¡Pero no tengo sueño!-exclamó disgustada.

De repente, se le escapó un bostezo a la pequeña. Su padre acabó por levantarse y le alborota el pelo.

-Lo mejor será que duermas-

Su padre le besó en la frente y salió de la habitación. Dejando a una pensativa Mei, que imagina a la niña y al dios. Seguramente la niña le diría que no, porque su familia se sentiría muy triste si ella desaparececiese.

Pero no tuvo más que imaginar, porque cayó dormida en un profundo sueño.

Y, sin saber, que en el otro lado del bosque donde vivía, un dios esperaba que alguien le despertara.

Canción Triste para el DragónWhere stories live. Discover now