Final Alternativo (parte 13)

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Caen lágrimas por mis mejillas, pero mi cerebro sigue centrado en remar hacia Roca Calavera para llevar a cabo el plan de Tigrilla y acabar con todo esto de una vez por todas.

Me adentro en la profunda oscuridad rodeada de la espesa niebla blanquecina que parece reírse de mí. No vas a encontrar el camino–parece que me diga junto al viento que silba a mi alrededor.

Como me aconsejó Tigrilla, estoy alejada de la orilla y me acerco a aquella isla temible, donde nunca se sabe si es de día o de noche realmente, pero no para atracar allí.

Cambio de rumbo hacia el este una vez desaparecida tierra firme y cuanto más me alejo de Roca Calavera, la niebla se va despidiendo de mí acariciando fríamente mi nuca, provocándome escalofríos.

El contraste entre el negro de la noche y el blanco de la neblina desaparece para dar paso a la completa oscuridad.
Remo a ciegas e inconscientemente intento no resaltar el sonido del agua en circulación causado por los constantes y monótonos movimientos del remo adentrándose en el mar, por si hay alguien cerca (aparentemente es imposible, pero en el País de Nunca Jamás nunca se sabe).

El cielo, extrañamente, está cubierto de nubes grises que parecen mirarme con furia, como si no quisieran que estuviera en sus dominios. Yo solo rezo que no me quieran atacar con una fuerte tormenta.

Mientras remo con insistencia durante lo que me parecen horas, aparecen con más frecuencia mis pensamientos más inquietos. Cuando llegue ¿qué pasará? ¿Y si las sirenas no se presentan? ¿Y si se presentan, pero para hundir mi barca y a mí? ¿Y si no llego nunca porque la marea me ha adentrado más de lo que debería? Si todo sale como hemos planeado, ¿qué se supone que tengo que recibir de esos seres hermosos? ¿Ellas saben lo que necesito? Porque no lo sé ni yo. Y sobre todo, mientras yo hago todo esto ¿qué hace de mientras Tigrilla? No ha mencionado nunca nada de lo que tiene pensado hacer ella, y dudo que, como princesa guerrera que es, me haya dejado a mí todo el trabajo sucio.

Mi corazón empieza a acelerarse cuando escucho el caer fuerte del agua. Una cascada. La cascada que hay en la Laguna de las Sirenas.

Remo con más ímpetu a la vez que temerosa, acercándome así con más rapidez.

Dejo de avanzar cuando logro divisar mínimamente la orilla y espero en la absoluta oscuridad.

—Bueno... ¿Y ahora qué?–pienso en voz alta.

Miro al cielo al percatarme de un rayo de luna que cae sobre mí. La nube que la tapaba se aleja del satélite para visibilizar su belleza y omnipotencia.

Me parece atisbar un destello azul en la cascada, pero lo dejo pasar.
Al poco rato surgen muchos más de diversos colores. Lila, azul, rosa, verde. Toda una lluvia de colores, tal y como vi una vez.

Por un instante me dejo embaucar por la belleza del ambiente hasta que escucho el chapoteo de una gran aleta.
Lo que parecen enormes peces de distintos colores y tamaños se acercan a mí con movimientos majestuosos: van cruzándose a medida que avanzan, pero sin chocarse unos con otros, como si estuviera planeado. Sin embargo, su velocidad no varía, sino que llevan un ritmo constante, entre impacientemente curioso y elegante.

Me pongo rígida, a la espera de la llegada del misterio. Cuando llegan a mí, tres sirenas dan vueltas alrededor de la barca donde estoy y no sé exactamente dónde mirar ni qué hacer, así que me mantengo a la espera, impaciente y nerviosa.

Mientras las tres sirenas dan vueltas a mi alrededor, una que se había mantenido al margen pasa por un hueco y se empieza a acercar a mí.
Me yergo instintivamente alerta.

Se presenta ante mí quien debe ser la representante de las sirenas, o al menos de las que se han acercado a mí. No voy a entrar en el tema de su belleza porque es imposible encontrarse con alguno de estos seres que no tenga ese don, ya que es lo que les caracteriza y les hace especiales.

¿El País De Nunca Jamás? Menuda Chiquillada (Peter Pan Y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora