𝟏𝟑 | 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐈𝐓𝐑𝐄 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐙𝐄

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Un veintitrés de octubre se hacía presente con los primeros rayos de sol que el día ofrecía. Las pequeñas casas del pueblo se pintaban de ese resplandeciente color dorado que se asemejaba a los girasoles que comenzaban a abrirse. Todo estaba tranquilo a los alrededores del gran palacio, se podía oír el silbido del viento acompañado de las dulces melodías que los pequeños pájaros entonaban.

Es solo que no sucedía lo mismo dentro del palacio, allí todo estaba realmente ajetreado. Unas decoraciones terminaron por no ser del agrado de la reina Della, por lo que tuvieron que cambiar cada arreglo floral a último momento.

San aún se encontraba envuelto entre las cobijas de su cama, dando vueltas y vueltas tratando de encontrar una forma en la cual sentirse cómodo. No había logrado dormir en casi toda la noche, ya que cada vez que trataba de cerrar los ojos tan solo la imagen de su prometido divagaba por su mente, volviendo el peso sobre sus hombros cada vez más grande.

Estaba demasiado sumergido en sus pensamientos como para prestarle atención a lo que sucedía a su alrededor, le costaba mirar siquiera sus propias manos sin pensar que esa misma noche estarían salpicadas con la sangre del pelinegro al que creía odiar.

No importaba que los rayos de sol llevaran horas traspasando las cortinas y calentando la habitación, porque aquel príncipe con el corazón vacío sentía frío, si, San sentía frío desde que WooYoung había decidido volver a la habitación que le habían dado el primer día que cruzó las puertas del palacio.

Aunque quizás no era la culpa del pelinegro que el joven heredero se sintiera vacío, tan vacío que lo único con lo que llegó a llenar ese agujero era ver los cabellos alborotados de WooYoung en la mañana mientras que aún seguía durmiendo, porque era en esos momentos en los que a San realmente le podía llegar a caer bien su enemigo.

Ahora que WooYoung ya no estaba a su lado en las noches, San no podía volver a su infancia ni bien acababa de despertar. WooYoung ya no se acercaba a San y tan solo eso le había dejado, frío.

— San, por el amor de Dios, necesito que me escuches— se quejó Christopher, su consejero. Llevaba alrededor de quince minutos queriendo llamar la atención del príncipe que no paraba de mirar la alfombra.

El mediodía se acercaba rápidamente, aunque faltaran aún cuatro horas para que se llevara a cabo una de las ceremonias más importantes de la década, no había tiempo que perder, pero Demia no parecía tener la intención de colaborar.

El agua de la tina ya se encontraba tan fría como estaba el cuerpo de WooYoung cuando San lo encontró totalmente mojado.

Christopher tomó al castaño del brazo para así poder hacerlo salir de la cama. San lo miró unos instantes antes de caer en cuenta de que no se encontraba solo en su dormitorio, sino más bien, había demasiada gente esperando por él.

— Escuche, alteza. Primero va a desayunar algo para que luego puedan arreglar su apariencia. No hay tiempo que perder — el joven palmeó dos veces sus manos para poder indicarle a los demás que comiencen a hacer su trabajo.

Las agujas del reloj se movían con más rapidez de la que a San le gustaría, no estaba preparado para casarse. Nada de lo que estaba sucediendo se encontraba en sus planes, él se imaginaba compartir ese día con una bella chica a la que en realidad amara, no con el príncipe del reino vecino.

Si tenía que ser sincero no tenía grandes expectativas para su matrimonio.

Dos horas más tarde ya podía ver como la hora marcaba las diez y media de la mañana, suspiró con pesadez queriendo que la noche no llegara nunca. San no deseaba que el sol se esconda en el horizonte para dejarle paso a la luna, porque eso solo lo haría llenarse de sangre una vez más.

𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋 𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓𝐒  ⁞  sanwooWhere stories live. Discover now