Reencuentro con Elizabeth (parte 1)

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La comida con la que comenzó todo

El dueño del bufete en el que trabajo, Don Jorge, me había pedido que fuera a comer ese día, un viernes, con un cliente del bufete, de larga trayectoria en él, a un restaurante conocido de Lima, situado a las afueras, en un antiguo concesionario de coches, ahora reconvertido a restaurante pituco y de cierto éxito.

Salí del bufete a las 13:45, con la idea de ir con tiempo, por si me perdía o me pasaba algo con el coche, poder llegar a tiempo a la cita con el cliente.

Llegué al restaurante a las 14:15, con tiempo pues, hasta las 14:30, no estaba prevista la llegada del cliente con el que iba a comer, aparqué en el parking del restaurante y esperé en la terraza exterior, a que llegara el cliente.

Apenas me estaba sentando, y, el camarero, ya me había preguntado si iba a querer tomar algo mientras esperaba, le pedí una Inca Kola, cuando me sonó el móvil, pude ver que era el cliente con el que iba a comer.

Mauricio, que así se llamaba el cliente, me pedía que lo disculpara, pero, había tenido un problema urgente en su empresa, y no iba a poder acudir a la comida, y quería que la pospusiéramos a otro día.

Yo no me enfadé, decidí con rapidez que, me tomaría la Inca Kola, y regresaría al bufete, aunque, antes, pasaría por algún bar próximo al bufete para comer, aunque fuera, un bocadillo.

Estaba ya a punto de irme cuando, una voz femenina, me llamó por mí nombre, yo estaba mirando el móvil, levanté la mirada de la pantalla y vi a alguien que, me sonaba, pero, tardé unos segundos en reconocer y en acordarme de quién era.

Se trataba de Elizabeth, una chica a la que conocía por haber sido compañeros en el colegio, y a la que hacía, al menos, 12 años, que no veía.

Elizabeth había cambiado un poco, pero, a mejor, iba muy bien vestida, muy elegante, poco escotada y algo abrigada para el día que hacía, pero, para mi gusto, casi perfecta.

Medía en torno a 1.65, pelo liso y castaño y ojos algo achinados, me recordaba a una presentadora de TV de uno de esos programas de marujeo que, alguna vez, por aburrimiento, había visto o había sido forzado a ver por alguna de las mujeres con las que follaba.

Elizabeth me preguntó lo que estaba haciendo allí, si había quedado a comer con alguien, le expliqué que me habían dado plantón, y, Elizabeth, me dijo que a ella le había ocurrido lo mismo, al parecer, de camino al restaurante, también la habían llamado por teléfono para anular la comida así que decidimos aprovechar y comer juntos para no perder la reserva de Elizabeth y, de paso, ponernos al día tras pasar varios años sin vernos.

En estos años, Elizabeth, había estudiado ADE, y, estaba acabando Psicología a distancia, aunque, en ese momento, estaba sin trabajo y se estaba centrando en acabar los estudios de Psicología. Fue interesante coincidir.

A nivel sentimental, Elizabeth, me confesó que no tenía pareja porque no encontraba la persona que buscaba, alguien que supiera llevarla y con quien poder experimentar a nivel sexual, sin decírmelo, me dijo que le atraía el dolor, el sufrimiento y las prácticas BDSM, algo de lo que se había dado cuenta al estudiar las parafilias en la carrera de Psicología.

Estuvimos disfrutando de las hamburguesas que nos habíamos pedido y, de postre, compartimos un trozo de pastel de chocolate. Al acabar la comida nos tuvimos que despedir pero quedamos en que, por la noche, nos veríamos para cenar en mi apartamento y, con suerte, poder seguir hablando y haciendo lo que pudiera surgir.

Fuimos, Elizabeth y yo, hasta el parking del restaurante. Yo me monté en mi Volkswagen Touareg y regresé al bufete a seguir trabajando y Elizabeth se fue a su casa en su Mercedes Clase A.

Dominando la historia de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora