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—¿Qué ocurre?—Preguntó el japonés, dirigiendo su mirada ahora a Prusia, que continuaba bajo las sábanas. El prusiano tardó algunos segundos en responder.

—Por favor, sólo iros un momento... —Pidió Prusia, sin dejar de ocultarse. Los tres aliados suspiraron, con intriga, aunque ninguno dijo nada más. Salieron de la habitación, dejando al ruso solo allí.

Dentro no se oyó ningún ruido. O al menos, ni Italia Fascista ni Imperio Japonés, ni tampoco Third Reich escucharon nada. Estaba todo en silencio. No podían evitar preguntarse por qué Prusia les había pedido que salieran de la habitación. 

Pasó casi un minuto. El alemán mayor ya estaba por tocar a la puerta, para comprobar que todo iba bien. Y también para averiguar de una vez qué le pasaba a Prusia. Justo cuando lo iba a hacer, la puerta de la habitación se abrió y apareció el prusiano, serio. Third Reich le sonrió un poco, pero el soviético le ignoró y caminó rápidamente hasta la habitación de Alemania. Cerró la puerta con un fuerte ruido.

Ninguno de los tres aliados podía estar más intrigado, aunque en realidad no todos mostraban abiertamente el mismo interés, pues Italia Fascista, a pesar de querer saber qué le ocurría a Prusia, se dedicaba a jugar con Blondi, sentado en el suelo. 

Segundos después, comenzaron a oírse voces dentro de la habitación. Los tres fueron capaces de reconocer la voz de Prusia y de Alemania, pero no sabían qué estaban diciendo allí dentro, principalmente porque ninguno tenía aspecto de saber en qué idioma hablaban.

Tras unos segundos, el alemán mayor se dio cuenta de que se trataba de ruso. Alzó una ceja y se cruzó de brazos, apoyándose en la pared, al lado de la puerta de la habitación de su hijo. Luego le preguntaría a Alemania por qué demonios sabía ruso. Seriamente.

Third Reich se dio cuenta, entonces, de que Prusia y Alemania tendían que estar hablando de un tema lo suficientemente importante o secreto como para que tuvieran que hablar en ruso con la esperanza de que no les entendieran. Se moría de curiosidad.

(...)

Después de mucho tiempo y esfuerzo, por fin, Rusia había conseguido que su padre saliese de la habitación. En realidad, tenía la impresión de que URSS sólo se había dignado a salir porque se moría de hambre, pues arrasó a la hora del desayuno y acabó con prácticamente toda la comida para desayunar que había.

Rusia, sentado junto a Ucrania, decidió hablarle para que se animase un poco. O al menos para que abriera la boca para otra cosa que no fuese comer.

—Mira el lado bueno, papá. Mañana Alemania y Third Reich se marchan a su casa, podrás estar tranquil...

Se calló de inmediato cuando vio que los ojos del ruso más mayor se empezaban a llenar de lágrimas otra vez.

Ucrania miró mal a su hermano y le dio una patada en la espinilla por debajo de la mesa. Había conseguido todo lo contrario al tratar de "animar" a su padre. Rusia vio cómo URSS soltaba una lágrima, aunque trataba de que no se notase.

—Papá, ¿Quieres que hoy salgamos a pasear por el bosque?—Propuso su hijo más mayor, Ucrania, tratando de arreglar la situación. URSS negó con la cabeza, mientras comenzaba a llorar otra vez. 

Ucrania suspiró. ¿Algún día olvidaría su padre todo aquello, fuera lo que fuese?

Uno de sus gatos, Pelusa, se acercó a la silla de su dueño y maulló. A continuación, se subió sobre su regazo y frotó su pequeño cuerpo contra el del ruso, ronroneando. URSS le agarró en brazos y le acarició, llorando, aunque tratando de disimularlo. 

Nadie dijo nada más. El más mayor se quedó sentado en la silla, acariciando a Pelusa, intentando olvidarse un poco del tema, aunque sin conseguirlo. 

Después del desayuno, URSS volvió a encerrarse en la habitación con Pelusa. No volvió a salir en todo el día por mucho que Rusia insistió. El menor intentó de todo, y le pidió de mil formas distintas que le dejara ayudarle o que al menos le contase lo que pasaba. 

Al final se rindió y decidió pasar la mañana como si nada hubiese ocurrido. Estaba claro que su padre no le iba a contar lo que le pasaba por mucho que se lo suplicase.

(...)

Rusia abrazó a Alemania con todas sus fuerzas. Llevaba días sin ver a nadie sonreír, aunque ahí estaba Alemania, junto a él, sonriendo como si la vida fuese maravillosa y perfecta. El alemán apoyó la cabeza en su hombro.

Sonreía, aunque en su casa las cosas tampoco iban demasiado bien. Prusia parecía muy incómodo ante la presencia de los dos amigos de su padre. No es que el prusiano tuviese demasiada ilusión en pasar el día con Third Reich, pero al menos se entretenía.

Además, Alemania no dejaba de darle vueltas a lo que Prusia le había contado esa misma mañana en su habitación. 

—¿Cómo está tu padre?—Preguntó Alemania, pues Rusia ya le había contado que URSS no quería ver a nadie y que estaba muy triste, por alguna razón. 

—Mal. Hoy salió a desayunar por primera vez en algunos días, pero en cuanto le mencioné que tú y tu padre os ibais mañana, volvió a empezar la misma historia de siempre. Después del desayuno se encerró de nuevo y estamos como al principio. Y lo peor es que no me lo quiere contar. Ni a mí ni a nadie.—Respondió Rusia, apoyando su cabeza en la de Alemania, mientras continuaban pegados.

—Quizá se arrepiente por lo que le hizo a Prusia—dijo el alemán. Rusia negó con la cabeza casi de inmediato.

—¿Mi padre arrepentirse? Le ha hecho muchas cosas malas a mucha gente y en mi vida le he visto arrepentirse por nada de ello.—Respondió el ruso. Alemania permaneció callado algunos segundos. Luego volvió a hablar.

—Rusia, creo que ya sé qué le pasa...

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Where stories live. Discover now