Final

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Lo ojos de Viktor se abrieron de golpe y casi de manera automática se dirigieron hacia la ventana. Tras un suspiro, se apoyó en sus codos y se sentó mirando a través del cristal. Sus brazos se tensaron y sus músculos se notaron un poco; volvía a ponerse en forma gracias a las terapias y a las rutinas especiales. Por supuesto que no volvería a ser como antes, pero al menos sus brazos podían recuperar forma y un poco de fuerza.

Finalmente dejó atrás las sabanas y dio un par de pasos hasta la ventana. La abrió dejando que la suave ventisca de otoño acariciara su pecho descubierto. La tierra estaba húmeda puesto que la noche anterior llovió un poco cosa que era normal del otoño ruso. Respiró hondo dejando que el olor a petricor inundara sus fosas nasales y volvió a la realidad cuando escuchó a las gallinas cacarear.

Dio media vuelta, tomó algo de ropa del armario y se dio una ducha rápida. Minutos más tarde, ya se encontraba bajando las escaleras a la primera planta. Entró a la cocina y se encontró con la brillante sonrisa de Kolenka quien recién terminaba de servir el desayuno para su hijo. Viktor dejó un beso en la frente de su madre y tomó asiento.

Kolenka puso frente a él un plato con salchichas, huevos revueltos y un poco de queso, así como una taza de café. La mujer se sentó frente a su hijo mientras degustaba una taza también. Miró a Viktor desayunar lentamente, aún seguía viéndose desganado. Ese día en particular, notaba algo en su hijo que no terminaba de cuadrarle, pero para ser honestos, a Kolenka le daba miedo preguntar y enterarse de la razón.

Lo pensó un par de veces y cuando finalmente se decidió, Viktor habló primero.

—¿Y papá?

—Con las cabras, pronto la mayor dará a luz.

Viktor asintió—Sí, algo así me dijo ayer.

El ruso se levantó y llevó los platos hasta el fregadero. Comenzó a lavar los utensilios mientras de vez en vez miraba por la ventana de enfrente a su padre quien iba de allá para acá llevando comida a las cabras. El sol resplandecía con fuerza sobre la cabeza de Lukyan quien se acomodaba la gorra para evitar el contacto directo con sus ojos. El clima era un poco frío a pesar de la intensidad de los rayos, así que durante unos meses el trabajo en el campo no sería tan duro como en el verano. Lo difícil volvería con la llegada del invierno y las primeras nevadas.

Terminó con los platos y se secó las manos con un pequeño limpión, Kolenka apareció a su lado dejando la taza de café ahora vacía.

—¿Vas a ayudarle hoy?—preguntó la mujer mientras limpiaba la mesa con un trapo húmedo.

—Le prometí a Oleg que le ayudaría a reparar el tractor.

Kolenka tomó el trapo, lo desdobló y volvió a doblarlo en cuatro para pasar el lado limpio por la mesa una vez más—Bien, ve a ayudarle, tu sí sabes de eso. La última vez casi lo hace explotar.

Viktor dejó escapar un poco de aire por su nariz reprimiendo una pequeña sonrisa—Volveré pronto para ir al veterinario.

Se despidió de su madre y salió de casa. Mientras se dirigía a la camioneta le dijo adiós a su padre con un rápido movimiento de mano y en cuestión de segundos se encontraba camino a la granja de los Orlov para echarles una mano con su tractor dañado.

Debía admitir que el campo no era su lugar favorito; siempre creyó que era tan pacifico que llegaba a ser aburrido con el paso del tiempo. Viktor prefería la ciudad, o en su defecto, el ambiente que se vive en un pueblo pequeño pero concurrido, cosa que no pasaba a menudo en las granjas dado la distancia de una a otra. Aún así, y después de haber pasado cuatro meses desde que volvió a Rusia, comenzaba a acostumbrarse tal y como cuando era joven.

Violent Arts (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora