Capitulo 17

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La suite nupcial era mucho más grande de lo que recordaba.

Sus pertenencias habían sido trasladadas allí, seguramente durante el banquete.

Sacudió la cabeza y se acercó a la cómoda en busca de su camisón, de delicado satén.

《Por si acaso》, le había aconsejado a Karol mientras hacía las maletas en Londres. 《Un gran porcentaje de parejas se conoce en las bodas de algún amigo común. Nunca se sabe》.

Helena había interpretado las palabras de Karol. Era hora de pasar página, de empezar a vivir de nuevo. Nunca había hablado con su hermana de las horas pasadas con el terapeuta, hablando de sus recuerdos, asintiendo mientras le aseguraban que no debía culpabilizarse por lo sucedido.

¿Cómo explicar que saber todo eso era una cosa y actuar sobre ello otra totalmente diferente?
Y de repente ahí estaba, casada con el casi director general de la empresa familiar, el hombre que había dado nombre a la patología 《adicto al trabajo》. Genial.

Guardó el bonito camisón en el cajón y sacó un par de pantalones cortos y una camiseta. No había muchas posibilidades de que Michael llegara a apreciar lo que llevaba puesto esa noche.

Sentándose sobre la cama,  Helena tomó el teléfono móvil de la mesilla. Una oleada de nostalgia la inundó.

Echaba de menos a su hermana.

Necesitaba a Karol para hablar de toda aquella locura. Se pondría a gritar, de eso estaba bastante segura, y luego le diría que era una idiota y que no hacía falta que hiciera eso. Seguramente, también lloraría y se sentiría culpable.

Pero la ayudaría a solucionarlo, de alguna manera.

Helena soltó un suspiro y dejó caer el teléfono sobre la colcha. Precisamente por ello no podía telefonear a su hermana. Por primera vez en su vida,  Karol había optado por perseguir su sueño, su felicidad,  en lugar de quedarse atrás y ayudar a Helena, o a la familia, o al negocio.  Y no podía fastidiarlo todo llamándola y devolviendola de golpe a la locura familiar.

Lo cual significaría que tendría que solucionarlo ella sola.

Abrazándose por la cintura, Helena se tumbó de lado en posición fetal, pequeña e insignificante en la enorme habitación. Por supuesto había otra razón para no contarle nada a Karol...

《¿Lo tenías planeado?》.

Esa sería la pregunta de Karol. Quizás no la primera, pero al final surgiría. Karol debía de estar al corriente de que, siendo adolescente, ella había estado enamorada de su futuro cuñado. A los catorce o quince años solo había pensado en Michael. Era amable, formal y sus ojos la hechizaban con cada mirada. Pero, sobre todo, nunca la trataba como "la pequeña Helena", como hacían los demás. Michael la había contemplado como una persona.

Tenia seis años más que ella y ya estaba en la universidad, regresando a casa solo durante las vacaciones y para los cumpleaños.  Quizás fuera por eso: no se quedaba el tiempo suficiente para hartarse de la niñata, al contrario de Karol y Ruggero.  También se había asegurado de que Michael permaneciera ignorante de sus sentimientos hacia él. Y no estaba dispuesta a revelarselo jamás.

¿Había manipulación inconscientemente la situación para que fuera ella la que terminara por llevar ese vestido? No lo creía, pero lo cierto era que no había dudado mucho en vestirse de novia.

Le había dicho a Michael y a si misma, que todo eran por salvaguardar y proteger a la familia,  incluso a Michael, de la vergüenza. Pero en el fondo temia haberse casado con él porque una parte de su ser no había superado ese enamoramiento adolescente.

De lo que sí estaba segura era de que un capricho adolescente no era motivo suficiente para permanecer casada, como tampoco lo era la lealtad a la familia.

Quizás fuera el champán o la falta de comida, pero Helena no podía quitarse el pensamiento de la cabeza. Aunque no fuera para siempre, ¿podía dejar pasar la oportunidad de vivir la noche de bodas con la que había soñado a los catorce años?

Se le encogió el estómago.  ¿Debería siquiera intentarlo? Karol, el terapeuta y todos le aconsejaban pasar de página.  Lo había intentado,  pero jamás le había parecido lo bastante seguro.

Michael nunca le haría daño ni la obligaría a hacer algo que no quisiera. Y era lo bastante caballeroso como para dejarla marchar si cambiaba de idea.

Además, era su esposo. Aunque no quisiera, no pudiera, darle hijos, si podria darle eso. ¿No se merecían algo bueno después de un horrible día?

Mejor que bueno. Quizás no tuviera demasiados elementos de comparación, pero ese beso... Alguien que besaba así no podía ser menos espectacular.

Helena tragó saliva nerviosamente. Estaba a punto de comenzar el resto de su vida. Había cumplido con su parte y ya no estaba dispuesta a perder más tiempo intentando hacerse perdonar. Quizás el matrimonio no duraría más de lo que tardara la tinta en secarse sobre los papeles del divorcio,  pero eso no significaba que no pudieran celebrar la ocasión.

Acercándose a la cómoda, volvió a sacar el camisón.

Había llegado la hora de empezar de nuevo.

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