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Había una tenue luz entrando por el ventanal, y le dejé sentado en el borde de la cama. No soltó mi cuello, y me atrajo con un beso hasta que quedó en el centro de la cama, conmigo arrodillado encima. Me gustaba la facilidad de su cuerpo y el mío de entenderse, de recuperar el calor. Esa sensación de disfrutar hasta del más mínimo roce no la cambiaba por nada.

Cuando soltó mis labios le miré con curiosidad, girándose un poco y estirándose hasta su mesa de luz. Rebuscó un poco entre la poca luz y esbocé una amplia sonrisa, acercándome hasta besar su oído, hablando en voz baja.

-Alguien estaba preparado. –le sentí estremecerse, balbuceando algo entre nervios. Atrapé sus labios con los míos y le quité con suavidad la botella de las manos-. Fue un buen movimiento, travieso. –acepté entre risas. Me gustaba poder verlo animado y no tan asustado, aun cuando tenía su timidez a flor de piel. Acarició mis mejillas mientras rompía el beso. La curiosidad del azul de sus ojos se mezclaba con esa ansiedad y miedo tan característica de su niñez. Acaricié sus piernas suavemente, apoyando mi frente en la suya.

-¿V-va a... d-doler mucho...? –sonreí suavemente y besé sus labios con cuidado.

-Tendré cuidado, lo prometo. –asintió lentamente, soltando mis mejillas y tratando de relajarse. Acomodé una almohada en su espalda baja mientras bajaba.

Me tomé el tiempo de llevar su erección a mi boca, escuchando mi nombre entre sus jadeos. Mantuve un ritmo suave mientras abría la botella, notando que estaba nueva y me pregunté en qué momento se la había pasado por la cabeza aquella idea. Su cuerpo temblaba y sus manos se aferraron a las sabanas en cuanto escuchó la botella abrirse.

-Quizás se sienta un poco extraño. –advertí poniendo sus piernas sobre mis hombros, pero luego de respirar profundamente sentí que se relajaba un poco. Tenía aroma a fresa, por lo que también me sería más sencillo. Puse un poco en mi meñique y lo llevé hasta su virginal esfínter.

-E-está helado. –se quejó algo risueño, y aproveché su distracción para introducir un poco ese dedo. Arqueó la espalda e hizo su mejor esfuerzo por relajarse.

Poco a poco su cuerpo se acostumbró a la entrada y salida de mi meñique, y lo saqué con cuidado. Llevé mi lengua hasta el mismo lugar, introduciéndola mientras ayudaba con mis manos a mantener su carne separada. Lo escuché jadear maldiciones mezcladas con mi nombre, y cuando lo sentí relajado nuevamente, saqué mi lengua y humedecí mi índice para deslizarlo con más facilidad en su entrada.

Me gustaba cómo se agitaba, cómo se notaba que intentaba controlar su respiración y relajarse. Sus manos tironeaban de las sabanas mientras con cuidado giraba mi dedo y lentamente le hacía espacio a un segundo. Cuando parecía estar a gusto, mojé un tercer dedo y los junté hasta hacer presión y poco a poco hacerlos entrar. Pero le sentí sollozar y me alcé, dejando sus piernas rodear mi cadera, sin sacar mis dedos.

-Du... duele. –gimió subiendo sus manos hasta mi nuca, donde se aferró con fuerza. Forcé un poco más su interior a pesar de sus pequeñas quejas hasta que lo sentí estremecer. Echó la cabeza hacia atrás-. G-Gabriel... –Cuando alejé un poco mis dedos se quejó entre jadeos-. N-no...

-¿Te gusta? –mi amplia sonrisa logró hacerlo sonreír, nervioso y agitado. Cuando mis dedos volvieron a rozar ese punto, se arqueó y soltó mi nuca en un placentero jadeo.

-M-me gusta. –admitió aferrando sus manos a las sabanas. Me acomodé un poco mejor y saqué lentamente mis dedos. Mordió su labio y volvió a tratar de controlar su respiración.

Por más que quisiera estar encima suyo, sabía que le sería menos doloroso controlar él el ritmo. Me incliné sobre él hasta besar sus labios, y sujetándolo en un ligero abrazo se dejó llevar hasta quedar encima mío. Sentado en mi vientre me miró con nerviosismo y sonreí extendiéndole la botella.

RWhere stories live. Discover now