Verdades al aire

188 35 0
                                    

Rojo o azul

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Rojo o azul. Negro o blanco. Rosa o verde. Muchas opciones, una sola persona. Momo ya llevaba horas frente al espejo mirando las opciones de vestido que había comprado junto a su amiga Kyoka, que tras haber sentido lo que los hombres sentían cuando sus parejas las llevaban al centro comercial y los hacían esperar mientras ellas compraban, se fue a su cuarto.

No tenía un instinto del glamour como Mina o Toru: Simplemente odiaba ir a comprar ropa. Cuando volvieron a los departamentos, Kyoka se encerró a su habitación para hacer cualquier cosa menos estar cerca de algún otro vestido.

Momo por su parte decidió hacer de supermodelo haciendo pasarela con los distintos vestidos que había conseguido—que costaron, pero como si el dinero fuera un problema para los Yaoyorozu—, siendo una batalla continua por decidir cuál sería con el que sacaría a Midoriya a bailar.

Midoriya. Su mero nombre le hacía sonreír; seguía sin creer que el chico del cual gustaba la hubiera invitado al baile de graduación. Claro, fue con apoyo de Kyoka, pero lo que importaba era el suceso.

Soltó un suspiro, tirándose a la cama donde estaban los vestidos apilados: Si estaba viviendo un sueño que alguien la pellizcara. Se sentó en la cama con una mueca risueña, con las mejillas rosas, y ansiosa por ver a su compañero el lunes. Demasiada ansiosa...

Preguntó a su subconsciente si podía ir al verlo y contestó: «Sí».

Salió de su cuarto como perro cuando su amo abría la puerta y fue volando en dirección a los cuartos de los chicos. Solo esperaba con nadie la viera: No quería montar una escena por ver a la vicepresidenta cerca del cuarto de Midoriya un sábado por la noche.

Entró en modo ninja... y sinceramente fracasó en eso. Se rindió después de varios saltos innecesarios y volteretas que la hicieron chocarse con los muros por no estar viendo. Paso caminando de puntadas al cuarto de Midoriya.

Por el camino saludó a Sato que iba pasando, y que no hizo preguntas sobre por qué iba al cuarto de Midoriya. Agradecía que él y ella se tuvieran una confianza lo suficientemente fuerte como para no preguntas sobre por qué la más inteligente de entre las chicas de la 3-A iba al cuarto de uno de los más fuertes.

Cuando estuvo frente a la puerta de Midoriya se quedó más quieta que un guerrero de terracota: ¿Qué se supone que le iba a decir? ¿"Hola, Midoriya, te extrañe y quise verte para no sé, besarte y abrazarte para no dejarte ir nunca"?

Ahora estaba siendo cursi. Se dio unas palmadas en las mejillas y suspiró. Estuvo a nada de tocar la puerta del muchacho... hasta que escuchó algo adentro:

—Hola, Kendo... —La mera pronunciación de ese nombre hizo que a Yaoyorozu se le parara el corazón—. Escucha, sé que tú y yo hemos tenido nuestras cosas, y nuestros bajos... pero, si te soy sincero, no estoy molesto por esos bajos. Al contrario, creo que funciona bastante bien para que nos hiciéramos más unidos.

No podía despegar su oreja de la puerta, aunque eso quisiera. Su corazón, antes latente y cálido, se estaba estrujando con un par de simples palabras.

—A lo que trato de llegar es que... ¡M-Me gustas, y mucho! ¡Y s-si no te incomodo, me preguntaba si me harías el honor de... d-de ser mi novia...!

Se escuchó como algo se estampaba de golpe del otro lado de la puerta. Midoriya dejó de practicar con la almohada y fue a ver qué pasaba. Abrió la puerta y... se topó cara a cara con la chica que Kyoka le había dicho que invitará: Momo. Estaba con las mejillas rojas y con los ojos a nada de explotar de lágrimas.

Midoriya abrió los ojos como platos: Lo escuchó.

—Y-Yaoyorozu-san...

—Pudiste haberme dicho —interrumpió, apretando los puños—. Ya no te voy a molestar más. Espero que les vaya bien a los dos....

Y dicho eso, salió corriendo por el pasillo, con el antebrazo tallando sus lagrimones ojos. Fue en ese momento que Izuku Midoriya se dio cuenta, que metió la pata, hasta al fondo y la quebró de tanto meterla. Se quedó helado en su puerta, pensando en qué hacer cuando vio cómo se iba por el pasillo.

El tiempo fue tan lento, que su cerebro recordó algo, una frase que su amigo Bakugo le había dicho en esa misma tarde: «Ve, habla con ella y aclara las cosas para que no andes echando tus desgracias por todo el lugar».

Obviamente se estaba refiriendo a Itsuka en ese momento, pero también aplicaba con la situación que estaba viviendo. Y, por primera vez, fue tras la chica para arreglar los problemas antes de que se volvieran más grandes y no pudiera lidiar con ellos.

La persiguió por los pasillos hasta llegar a su habitación, donde Momo casi le cierra la puerta en su cara, pero fue detenida por la fuerza sobrehumana del chico de pelo verde. A veces que se le olvidaba que era como cinco veces más fuerte que ella.

—Yaoyorozu, déjame pasar por favor —A pesar de claramente poder tumbar la puerta de puñetazos, se mantuvo inmóvil enfrente de ella, esperando que ella le diera el permiso de entrar. Seguía siendo un niño amable.

—Tomaste tu decisión y la respeto, ahora respeta mi decisión y déjame sola —Trató de usar sus piernas para dar más fuerza a su empuje, pero Midoriya le seguía ganando por mucho.

—No te voy a dejar sola hasta que me dejes hablar contigo de manera civilizada. Déjame aclarar las cosas, por favor —Momo abrió la puerta y lo miró a los ojos. Ya eran casi de la misma altura, solo siendo diferenciados por unos míseros dos centímetros.

—¿Qué tienes que aclarar? Te gusta Kendo, lo entiendo, yo no te gusto... Fin de la historia —Izuku la tomó de la mano.

—No. Ahí no se acaba la historia, no la nuestra. —Momo se quedó silenciada por la apasionada mirada del pecoso, que endureció su rostro como nunca lo había hecho—. Oye, sé que me oíste, sé que no te puedo ocultar nada... Pero al menos déjame hablar contigo de manera tranquila. Porque sí, quizás n-no eres la chica que busca mi corazón... —Esa frase ensombreció la mirada de la azabache. Midoriya, sin previo aviso, la abrazo con la fuerza de un oso pardo—. Pero eres la chica que necesito en mi vida, de verdad.

Quiso alejarlo, quiso hacer todo para que la soltara... pero se rindió ante el abrazo. Colocó sus palmas en la espalda del pecoso, llorando en su hombro. Midoriya no quería perder a una amiga... pero si eso implicaba romperle el corazón, entonces haría todo lo posible para arreglar ese corazón para que su amistad no fuera lo siguiente en romperse.

Así era el amor: No discrimina entre santos y pecadores, y solo toma y toma, y vuelve a tomar, sin cuestión ni piedad. Simplemente hacía lo que quería, y no importaba quién salía ileso o lastimado. Todo era un juego para él.

Un cruel y desdichado juego.

Coqueteos marca MidoriyaWhere stories live. Discover now