- PRÓLOGO -

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Verano - 1923
Nueva York

-María, ¿Qué miras? Debemos terminar de lavar la ropa antes de que se haga de noche- exclamó Verónica quien observaba a María, quien tenía la mirada fija en otro lado de la costa, el resto de las chicas pronto concentraron la mirada en aquella canasta solitaria que comenzaba a moverse.

-voy a ver...- dijo María mientras se levantaba y se encaminaba a la canasta que aparte de moverse un poco comenzaba a escucharse ruidos de ella, el sonido del mar y las gaviotas hacían difícil escuchar que tipo de ruido provenía de la pequeña canasta.

Cuando María levantó la manta encontró a un bebé, no debería tener más de 2 años.

-vaya...- dijo colocando al pequeño en sus brazos, y calmó su llanto, María se volteó hacia sus amigas y se acercó a ellas.

-Miren...- dijo enternecida por el pequeño, mientras lo mostraba y las demás se enternecían también.

-deberías devolverlo a la canasta- dijo Verónica. -¿y si su madre aparece?- añadió.

-sólo estamos nosotras aquí, ¿y si lo abandonaron?- dijo Emily

-chicas, nosotras somos una familia, y podemos darle a este pequeño una oportunidad de vivir...- contestó María

-Puede que a la Madam no le guste esto...- dijo Valerie.

-la madam no pudo tener hijos cuando estuvo casada, puede que reciba al pequeño- interrumpió Eva, las demás se miraron cómo sometiendo la decisión a votación en silencio, asintieron y se marcharon de vuelta al burdel.

-entonces... ¿este pequeño no tiene nombre ni padres?- preguntó la Madam

-no señora, sólo nos tiene a nosotras- dijo María preocupada.

La madam dió una larga calada a su cigarrillo y pensó por unos momentos.

-Está bien, pero sólo si yo le pongo nombre- contestó tranquila y con una leve sonrisa, María y las demás chicas se alegraron.

-¿Qué nombre será?- preguntó Eva.

La madam miró la foto con su amado y difunto marido por unos instantes, luego miró al pequeño con detenimiento.

-Jared- dijo la Madam

El tiempo fué pasando y al pequeño lo ponían a hacer tareas cómo barrer o limpiar, le pagaban una moneda por cada tarea, él ahorraba el dinero en cajas y las escondía en las paredes, también le enseñaron a leer y a contar el dinero, ahora tenía 7 años.

Habiendo crecido en los barrios latinos Jared aprendió a hablar tanto español cómo inglés a la perfección.

Una mañana mientras Jared barría la fachada un par de niños pasaron corriendo jugando, ellos miraron a Jared y se le acercaron.

-oye tú, ¿quieres jugar?- preguntó José.

-vamos, ahorita regresas- dijo Antonio.

-está bien- dijo Jared sonriendo y corrió con ellos.

El tiempo siguió pasando Jared no fué nunca a la escuela pero no lo necesitó, aprendió trucos con los gitanos quienes eran clientes recurrentes del burdel, le enseñaron cómo jugar juegos de azar y cómo hacer trampa, claro varías veces recibió golpizas de trabajadores molestos que descubrían las trampas lo que le enseñó a no hacer trampas siempre.

Una tarde con 10 años jared estaba sentado en unas escaleras limpiando sangre de su nariz, Walter un hombre ya en sus 50s de color que cuando visitó el burdel conoció a Jared y lo contrató para limpiar el gimnasio que era de su familia, entrenaban peleadores de boxeo.

El Fuego Dentro De NosotrosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt