"Pequeña rebanada de pastel. "

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Martes 17:44

Respiro profundo el aire frío que se sentía, le encantaba esa sensación cada vez que entrenaba en invierno.
El frío no entraba por completo gracias a las enormes paredes de concreto que rodeaban a la cancha, más las grandes gradas en donde muchas veces espero ver a su padre sentado diciendo que estaba haciendo mal y le reprendiera por ello.
Deseaba tener una figura paterna, una que no solo le dijera que todo estaría bien cuando todo se derrumbaba. Quería que unos brazos enormes la rodearán y le hicieran sentir que su padre la protegería del derrumbe.
Quizá era mucho pedir que aquel hombre apareciera, era un cobarde que al primer problema decidió mirar a otro lado dejando a su madre sola con una pequeña que por lo menos ya intentaba entender la situacion.
Pero, ¿Para que quería a ese enorme tonto?, Con su madre bastaba para cualquier cosa. Ella siempre estuvo ahí, para abrazarla durante las tormentas, para mostrarle la verdad del mundo
La rodeo en sus brazos, brazos que eran aún más fuertes que los de cualquier otro posible padre.
Con solo ver a su madre sacar fuerzas de quién sabe dónde para que ella y Michell estuvieran bien, sabía que nada más podía pedirle al universo.

Su entrenamiento de improvisto que había durado dos horas, al fin había terminado. Guardo todo en su mochila y se preparó para irse a casa para hacer el último proyecto pendiente que tenía.
Estaba cerca de graduarse y al fin poder renunciar a ese estúpido trabajo que tenia, al fin en un par de meses le diría adiós al viejo bigotes que tenía como jefe.
En camino para casa, logro mirar la camioneta roja de Juliet que estaba apenas estacionada y la dueña se encontraba de pie frente al cofre abierto intentando hacer algo.
Llamar némesis a Juliet ya era algo tonto, era su rival pero ya no consideraba como tal que debía destruirla, se mostrarán lo que tengan que mostrar en la cancha, fuera de ella, los problemas se olvidan.

—¿Necesitas ayuda? —se acercó mirando el montón de partes que tenía la camioneta para que avanzará.

—¿Sabes sobre mecánica? —se hizo a un lado dejando espacio para que Michell viera mejor.

—Por supuesto —se recargo con su manos colocándolas a un costado del auto para agacharse y ver mejor —es claro que lo que está fallando es el chasis.

—¿El chasis? —Michell asintió —¿Qué es esa otra cosa? —señaló lo primero que vió.

—eso es... El motor —Michell no tenía ni idea de lo que hablaba.

—Michell, si sé que eso es la batería. —con una sonrisa reto a la que intentaba engañarla.

—¿Entonces, por qué no la reparas? —se cruzó de brazos recargando ahora su pierna.

—¿Y manchar mi vestido de grasa? —negó efusivamente. —ya viene la grúa, ellos se encargarán de todo. —Michell asintió.

Michell se terminó de acomodar sentándose en la banqueta para poder estar quizá unas horas más con Juliet, cosa que no le desagradaba a ninguna de las dos.
A Juliet no le apetecía esperar sola a que llegara el hombre que se llevaría su camioneta. Desde que vio a Michell acercarse a ella, quería pedirle que le hiciera compañía para que al menos no se aburriera, gracias a los cielos y la gran capacidad de Michell para deducir las cosas, no hubo necesidad de hacerlo.

—¿El chasis? —volvió a preguntar Juliet para intentar hablar sobre algo mientras esperaban. —mi tío se murió de eso.

—al mío lo balaciaron los municipales —. Ataques de risa salieron desde el fondo de sus estómagos, llamando la atención de cualquiera que pasara cerca. —lo escuché en una serie —admitió Michell riendo —se escucha chistoso.

Se quedaron unos cuantos minutos en silencio, intercambiando miradas con risas detras, imaginando lo que la otra estaba pensando.
El tiempo se les fue rápido en solo tres miradas, que para cualquier otra persona significaría algo más que dos némesis de nacimiento mirándose.
El hombre llegó, se estacionó al frente de la camioneta de Juliet.
De la grúa bajo un chico que no aparentaba más de 25 años. Camino hacia Juliet ignorando por completo el saludo que Michell le había dado.
Poco le importo la falta de respeto de aquel tonto, lo que parecía molestarle -aunque ella no quería darse cuenta- era el acercamiento que ese chico con cabello chino y largo que era cubierto con una sucia gorra carmesí, estaba teniendo con su compañera.
Miro con detalle cada movimiento que hiciera ese chico, escucho con atención cada palabra que iba dirigida a Juliet. Sus manos de repente se pusieron inquietas y se movían de un lado a otro, como si intentará llamar la atención. ¿De quién?, ¿Del chico? O tal vez, ¿De la chica?.

Mi mejor rivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora