Después de lo sucedido aquella noche la relación entre ambos se había vuelto mucho más cercana, incluso la tensión sexual se palpaba en el ambiente.
Cuando estaban frente a Jacob trataban de disimular y establecer distancia, pero cuando sus miradas se cruzaban no podían evitar sonreír y con solo una mirada ya se estaban diciendo más que suficiente. Por suerte Jacob nunca notó nada extraño, es más, estaba orgulloso de que su relación con su hija hubiera mejorado y del don que tenía para domar salvajes.
En cambio Freya se sentía cada vez más desapegada de su padre, aunque lo disimulara bien sentía un profundo odio hacia él por la manera en la que hablaba de Katsuki o por como le trataba cada vez que le daba una orden. Era horrible, jamás pensó que pudiera ser así de descerebrado. Trataba a otro ser humano como basura solo por su raza y eso le convertía en alguien verdaderamente despreciable. Sabía que si su madre siguiera viva le habría reprendido por sus acciones, pero no estaba ahí, así que tenía que terminar con todo aquello ella misma.
Se acercaba el día en el que su padre se iría de caza junto a otros muchos soldados más, concretamente sería al día siguiente cuando pondría fin a todo aquello. Habían quedado en que Mirio, Kamianri y Kirishima les ayudarían esa misma noche. Pero al que más necesitaba era a Mirio, que esa noche hacía guardia en el puerto y podría respaldarla sí o sí.
Freya estaba alistando todo lo necesario para el viaje de Bakugou, aprovechando que su padre no estaba en casa. Preparaba comidas para que no le faltase de nada. Estaba tan centrada en la cocina que no sintió la llegada de Katsuki a sus espaldas, quien la rodeó en un cariñosos abrazo, aspirando su aroma mientras pegaba su pelvis a su zona trasera. Freya sonrió y volteó ligeramente su cabeza hacia él, estirando su mano hacia su mejilla para acercarle y darle un casto beso en los labios, pero Bakugou la giró bruscamente, arrancándole un gritito de sorpresa, la tomó entre sus brazos y la guió hacia la mesa, sentándola sobre la misma para enfrascarse con ella en un beso posesivo.
Desde que se unieron en la habitación de la muchacha tan solo habían intercambiado algún que otro beso raudo cuando sus caminos se encontraban por el pasillo y su padre no estaba al acecho.
Sí, ambos se habían enamorado perdidamente el uno del otro.
Así que Katsuki, aprovechando la ausencia del hombre, apretaba las nalgas de la muchacha entre la tela del vestido mientras sus lenguas danzaban en el interior de sus bocas.
