Durante las noches del verano, el sudor de nuestros cuerpos era uno al igual que nosotras.
Suspiros, jadeos, los gemidos torpes pero envueltos en lo que eran los últimos pedazos de alma manifestándose en aire ansioso.
Las piernas le temblaban como si fueran construcciones durante los más vehementes terremotos, las sábanas quemaban bajo nosotros y comprendí que la Tierra era mujer.
Sus orgasmos terremotos, la humedad de su interior deseando que mis dedos hurguen en ella tsunamis.
Ella, era ella.
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En la piel.
RandomVeinte años de tinta sobre piel. Diez días sin saber dónde vaciar lo que no llegué a escribir en ella. Si alguna vez se te terminó la piel, entonces vas a entenderlo todo.