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  Aquella noche se celebraría la proclamación de su puesto en el consejo. Durante años le habían preparado para convertirse en el nuevo líder y ahora que llegó a la edad establecida, treinta años, iba a ocupar su lugar que le correspondía por descendencia. Pero jamás imaginó que ese día se vería ensombrecido por la desaparición de su mejor amigo, y sin él no tomaría su cargo porque no descansaría hasta encontrarlo.

  Uno de los nuevos miembros de la manada fue quien le alertó de un reguero de sangre que se extendía en varias direcciones. Al principio se alarmó por el hecho de hallar sangre, pero lo peor se sobrevino cuando descubrió que su mejor amigo había desaparecido. En las primeras horas el caos y el miedo se adueñó de los habitantes de la reserva. Sam, el alfa de la manada más veterana, armó grupos para salir a buscarle en vano. Leah se pasaba las horas en su forma animal para tratar de dar con su hermano, pero parecía que la tierra se lo había tragado.

  Jacob entró a la sala del consejo cerca del mediodía. Billy estaba sentado en su silla consolando a Sue que lloraba en silencio, el chico se arrodilló frente a ella y le dedicó una mirada de cariño.

  —Voy a peinar el bosque hasta el último rincón, daré con Seth aunque sea lo último que haga —le prometió a la mujer.

  —Gracias, Jacob.

  —No creo que sea lo más apropiado —dijo uno de los ancianos sentados a la mesa detrás de él—. Esta noche es la ceremonia de proclamación y no es seguro que estés por el bosque.

  Jacob puso los ojos en blanco antes de girarse al anciano.

  —No habrá celebración sin Seth.

  —El pueblo no puede quedarse sin su líder unas horas antes de tenerlo —sentenció el hombre.

  —El pueblo no puede tener un líder que abandona a su gente por una mísera celebración.

  —¿Mísera? —cuestionó el anciano furioso por las palabras de Jacob—. Es tu promesa ante tu gente, tu compromiso con ellos.

  Jacob palmeó la rodilla de Sue mientras se incorporaba con lentitud, tomó un poco de aire y se encaró al hombre.

  —Exacto, mi compromiso con ellos. Por eso buscaré a Seth hasta mi último aliento, ¿de qué sirve jurar como líder si antepongo una fiesta a mi gente?

  —Hace más de seis horas que no sabemos nada de él y ni siquiera podemos asegurar que la sangre sea suya.

  —¿Propones que le abandonemos? —luchó por no perder el control contra el anciano—. Seth es mi familia y no pienso dejarle a su suerte.

  —Según la ley Quileute —empezó Billy con una voz templada—, la asignación del líder es por linaje y técnicamente la ceremonia es un acto simbólico, sobre todo para aquellos que toman el poder sin ser su legado, siendo elegido por el propio consejo, como el año en que yo debía asumir ese puesto —observó al anciano que le lanzaba una mirada de desaprobación, Jacob compartió un asentimiento con su padre conociendo el final de esa historia—. Me impedisteis hacer uso de mi lugar porque estaba postrado en esta silla.

  —¿Dónde quieres ir a parar, Billy?

  —Es sencillo. Jacob no necesita la ceremonia para hacer uso de su poder como líder de la tribu —sonrió orgulloso ante su hijo y añadió—. Sigue lo que dicte tu conciencia, no la voz de los demás.

  —Así lo haré —abrazó fuertemente a su padre—. Me voy a traer a Seth de vuelta a casa.

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  Cuando Seth abrió los ojos de nuevo percibió una tenue luz que dibujaba una figura danzante en el pasillo que se abría frente a la sala donde estaba. Se incorporó sintiendo como una punzada le atravesaba el abdomen. El doctor la había asegurado con una extensa venda. Logró a duras penas alcanzar la abertura del pasillo, una hilera de faroles verdes marcaban el camino en la oscuridad. A cada paso, y mientras posaba la mano en la pared, notaba el calor que había perdido su cuerpo lo que significaba que no podría entrar en fase hasta recuperar el total de la sangre que perdió. Algo que no ayudaba estando entre vampiros.

El último vampiro °EmmettxSeth°Where stories live. Discover now