Tercera Parte

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El sonido de la campanilla llamó la atención de la vendedora, dos chiquillos de 16 años habían entrado a su local. La mujer trató de identificar el aroma, sonriendo con dulzura al percatarse de que ambos no lo poseían o al menos por hoy no. Buscó su viejo bastón, dudando en si acercarse o no a los jóvenes estudiantes. Ambos chicos tenían un lenguaje corporal distinto, cosa que le generaba cierta intriga; dio una pequeña risilla, recordando que en su juventud fue una mujer bastante curiosa consiguiendo en su  vejez una vasta sabiduría. Pero la curiosidad no distinguía edad, por lo que al final se acercó  y con una voz tranquila les preguntó: —Jovencitos, ¿desean algo?

Los dos clientes le dedicaron miradas distintas, el más alto una cargada de nerviosismo y el regordete con simple interés en el tallado del bastón. Soltó una risilla al saber que ambos chicos se habían saltado las clases —O al menos eso creía, ya que no sabía que las suspendieron después del "incidente" con las alarmas en la escuela—, deduciendo que el culpable de aquella aventura era el de mirada tranquila.

—Es la primera vez que veo clientes tan jóvenes en mi tienda, espero que puedan encontrar algo que sea de su agrado—. Se acercó a ambos y bajó la voz, —Descuiden, no diré nada sobre su estadía aquí, es más para mí son las cuatro de la tarde —señaló el reloj de pared que indicaba la hora mencionada.

El joven castaño sonrió triunfante. —Ya vez Kyle, te dije que ella no diría nada, solo compremos lo que necesitamos y vámonos—. Habló con desinterés, recibiendo una mirada molesta por parte de su compañero, retrocediendo unos cuantos pasos y elevando las manos a modo de rendición.

La anciana observó la escena con ternura, hacía tiempo que no veía a unos muchachos tan animados en su pequeña tienda. Decidió ayudar, por lo que hizo un sonido con su garganta para llamar la atención y le dedicó una mirada dulce al pelirrojo adolescente. —La policía no pasa por aquí, los estudiantes no vienen a tiendas como la mía, pueden estar tranquilos—. Finalizó con un pequeño guiño.

Kyle suspira de alivio, un peso menos del cual debía preocuparse. Regresó su vista a Eric quien mantenía un aura triunfante.

—Gracias por sus palabras, pero... este tipo de acá —señaló con su pulgar al de pecas— es difícil de convencer, aunque eso es debido a que se cayó de niño.

Broflovski sonrió con molestia, definitivamente aquel chico de cabellos castaños jamás dejaría de molestarlo. Convirtió su rostro de enfado a uno inocente y en un acto de molestia envolvió los hombros del regordete con su brazo y elevó su mano para revolver los molestos cabellos ajenos. —No le haga caso a este chico— hizo un puño y repitió su acción con más fuerza— es solo un adolescente estúpido, que dice palabras estúpidas y que busca una atención innecesaria—. Usó sus nudillos para ejercer dolor. Cartman, por su parte, evitaba quejarse de la agresiva acción de su acompañante, lo que menos quería era darle el gusto de saber que le estaba haciendo daño, razón por la que usualmente Kyle no media su fuerza y  lo terminaba lastimando de más.

—No siento dolor, Khalifa, ¿Quieres saber por qué?—Usó una voz encantadora pese a estar adolorido.

—No, no me interesa saber el porqué—Gruñó.

—Es porque hueles TAN pero TAN mal que tu olor me nubla la capacidad de sentir dolor, ¡Ay!

—¡Eres insoportable!—Dejó su accionar para cruzar de brazos y amenazar con la mirada a su atacante.

La mujer dio otra risilla al observar la pequeña riña, siempre le era grato ver los romances juveniles. Su mirada pasó de ver a los adolescentes a un pequeño objeto de plata; con un toque de nostalgia acarició el anillo en su dedo anular y con una adorable sonrisa mencionó: —Son difíciles de roer, pero no imposibles de entender.

ᴄᴀᴍʙɪᴏꜱ -𝓚𝔂𝓶𝓪𝓷Место, где живут истории. Откройте их для себя