IV

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Al tocar la campana se paró de su asiento con la mochila ya cerrada y sus útiles guardados y comenzó a dirigirse hacia la salida.

–¡Espérame, espérame!

Niall elevó la voz al observar cómo su amigo se alejaba. Comenzó a guardar sus lapiceras en la cartuchera con la mano extendida hacia arriba como seña hacia el rizado. Cuando elevó la cabeza con la cartuchera ya llena se sintió ofendido al ver como Harry le había hecho caso omiso a sus gritos.

–¡Harry! ¿A dónde vas? – Volvió a reclamar con la mochila abierta en sus hombros, tanteando a ciegas el camino plateado en busca del cierre.

–Lo siento Ni, estoy muy apurado en estos momentos, debo llegar primero a la salida.

–Por favor no me digas que es por lo de hoy.

Harry rio ante aquellas palabras, su amigo lo conocía demasiado bien.

–Si te digo que no, ¿Te pondrás feliz?

–Depende de si sea la verdad o no.

–Niall, debo hablar con él.

El rubio celebró por lo bajo el por fin haber tocado el cierre y poder comenzar a cerrar su mochila, pero volvió a prestarle atención cuando repitió la frase en su mente y prestó atención al significado de las palabras.

–No lo hagas, vas a parecer un idiota que no sabe perder, y el hecho de esperarlo a la salida te va a hacer ver un tanto psicópata.

–No le veo el problema, soy un idiota que no sabe perder y lo de psicópata tengo mis dudas, ¿Alguna otra pregunta?

Niall iba a seguir reteniéndolo, pero el cierre se trabó al llevarse puesto un trozo de tela. Frenó el paso para descolgarse la mochila y arreglar de una vez su problema, pero Harry utilizó aquel momento para acelerar y dejar atrás a su mejor amigo. El rubio no tuvo de otra que renegar por lo bajo y dejarlo ir, de igual manera sabía que no iba a lograr que el rizado cambie de opinión. Harry siempre fue de las personas que tienen un objetivo en mente y no paran hasta conseguirlo. Hace hasta lo imposible para llevar a cabo lo que sea que tenga en mente y era muy difícil hacerlo cambiar de parecer. Aquel momento de estar arreglando su mochila mientras que él salió disparado le terminó de recordar aquello.

Harry recorrió el patio de arriba rápidamente, evitando a la gente que se encontraba caminando más lento que él. Bajó las escaleras de dos en dos descuidando sus pasos que por arte de magia no provocaron una lesión en su tobillo. Se trasladó por el patio de abajo que era destinado para los chicos menores de secundaria, pero en esos momentos estaba vacío por el horario, recién había tocado el timbre y los jóvenes aún se encontraban guardando sus pertenencias. Harry era el único apurado que se dirigía hacia la salida, los pocos que seguían sus pasos iban por detrás suyo a una velocidad considerablemente más lenta. Cuando finalmente llegó al final del camino, una puerta abierta marcaba la salida de la institución.

–Hasta mañana señorita Misha– Saludó amablemente a la mujer que abría y cerraba las puertas con una sonrisa en su rostro todos los días. Era una señora que rondaba los sesenta años de edad y se encargaba de la limpieza de la escuela. Era querida por todos los alumnos, siempre que alguien necesitaba algo de ella, no dudaba en brindar su mano en lo que se necesite. La amabilidad y la confianza que emanaba era lo que más resaltaba en su personalidad. Era sabido por todos que Misha no era solo una empleada, era la única del lugar en la que realmente se podía confiar. Que no era como la mayoría de los profesores con amabilidad de cartón que brindaban su servicio a comienzo de las clases, pero cuando se necesitaba realmente su ayuda hacían oídos sordos. Misha no. La única real en ese teatro institucional.

Es cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora