VI

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Al llegar a su casa, no pudo evitar dejarse caer en la cama. Cerró los ojos al chocar con la mullida superficie y se dejó estar entre los brazos de Morfeo. No era ni si quiera media tarde, pero aquel día parecía haber sido especialmente agotador. Simplemente agradecía el poder descansar unos minutos, tener unos efímeros momentos para su bienestar.

Unos pocos minutos más tarde, se vio obligado a levantarse para continuar con su rutina. Se vio obligado a resistir a la tentación, ignorar con muchos pesares la cama que en aquellos momentos parecía la tentación más deseada, y seguir adelante. 

Se dirigió con pereza hacia la cocina mientras deslizaba vagamente los pies para hacer el más minimo ruido con el objetivo de hacerle companía al silencio. Tomó entre sus manos la pava, la llenó con agua y la dejó en el fuego. Rebuscó dentro del mueble oscuro que adornaba la desolada pared de la izquierda hasta dar con la taza de un color morado que era de su propiedad, y en su interior colocó la pequeña bolsita de té. Cuando la pava comenzó a hacer sonar un molesto chirrido supo que ya estaba en su punto de hervor. Tomó un trapo para evitar quemaduras, la sacó del fuego y vertió el interior en la taza. Buscó con la mirada el frasquito transparente con minusculos cristales en su interior, y comenzó a desesperarse cuando no dio con su paradero. No le gustaba el té sin azúcar, necesitaba de aquella dulzura para que su bebida le sepa rico. Al finalmente encontrar el preciado frasco, virtió tres cucharadas y bebió felizmente. 

Cuando tomó asiento en el sofá, su mente no pudo evitar recrear la escena del joven entregandole un papel. Inconscientemente llevó una mano a su bolsillo, la cual se topó con una superficie aspera y rugosa. Cuando lo iba a tomar en sus manos, volvió a su realidad y decidió ignorarlo. No estaba de humor para lidiar con él, no ahora. Arrugó aún más la hoja y la tiró por ahí, ya luego la recogería devuelta. Ignoró todo y siguió con sus tareas.

Con el pasar de las horas, la curiosidad del rizado aumentaba cada vez más. Su mente no paraba de maquinar ideas y teorías sobre el castaño. A pesar de querer mantenerse concentrado en sus actividades, su cerebro se resignaba a colaborar, siempre volvía al mismo lugar: Louis.  

Y, teniendo al destino en su contra nuevamente, un mensaje llegó a su celular justo en el momento en el que comenzaba a mantener los pensamientos fijos en sus deberes. Se insultó mentalmente por haber olvidado ponerlo en silencio, aun así se levanto de su lugar en busca del aparato. Tomó el celular y deslizó la barra de notificaciones para intentar sacarle el sonido. Sus ojos visualizaron fugazmente la notificacción que le había quitado la inspiración. Se trataba de un mensaje proveniente de un número que no tenía agendado, cuyo nombre era el pequeño y simple emoticón ":)".  Por más que trató de ignorarlo y seguir con sus tareas, la curiosidad nuevamente le ganó la jugada. Desbloqueó el celular y fue a la aplicación de mensajes. Se quejó sonoramente al leer la frase.

"Hola, soy Louis"

No podía ser él. Se negaba rotundamente. Buscó con su mirada el papel y se dirigió prácticamente corriendo hacia allí. Lo tomó entre sus manos del suelo y volvió a voltear a su celular. Comparó el número y volvió a quejarse al ver que coincidían. ¿Cómo es que siempre se las arreglaba para arruinarle los buenos momentos? ¿Cómo había conseguido su número en primer lugar?

"Le pedí a Chloe una mano, sabía que no me llamarías"

Otro mensaje le llegó para aclarar sus dudas, nuevamente el señor perfecto sabía qué responder a algo que si quiera había cuestionado, como si le hubiese leído la mente. Decidió ignorarlo, luego regañaría a la rubia por haberle pasado su número. 

"¡Hey! Puedo ver que leíste el mensaje"

El rizado Continuó ignorandolo. Volvió a tomar una nueva taza de té y dejó que el líquido calentara su interior, para que le devolviera la paz que con tanto esfuerzo había logrado segundos atrás.

Es cuestión de tiempoWhere stories live. Discover now