013.

3K 155 10
                                    

18 de noviembre.

Gonzalo.

— ¿Quién osa a molestar al faraón Mauro en su poderosísima siesta, wacho de mierda? — escucho la voz de mi amigo a través de su intercomunicador. Por supuesto que me cago de risa.

— Abrí, puto, dale que traje unos apretados. /(no sé en el resto de Argentina, pero así le decimos en mi ciudad a los sanguches de fiambre que te arman en las fiambrerías al frente tuyo)/ — levanto la bolsa pese a que el pelotudo no me ve porque se le hizo hecho pija la cámara del intercomunicador y nunca la arregló.

— Bueno, pasá... — murmura. Se escucha el sonido que indica que el portón ha sido abierto desde adentro y yo pecho para entrar.

Los apretados siempre funcionan con Mauro.

Abro el portón y paso, y me lo encuentro parado en la puerta de la casa con el semblante serio y adormilado.

— Dame. — murmura estirando la mano. Giro mis ojos y le doy la bolsa, una sonrisita aparece en su rostro y me deja pasar. Vamos hasta la cocina, Mauro saca jugo de naranja, yo dos vasos y servilletas, y nos vamos para su pieza. — ¿Qué pasó?

Lo miro sorprendido. — ¿Por qué supones que pasó algo?

— Mirá, Gonzalito, no te habré parido pero te conozco como si sí. — le da un mordisco a uno de los apretados y cierra sus ojos disfrutándolo. Yo río por la frase de abuela que usa mientras sirvo jugo en los dos vasos. — Odio esto del covid, me hace tener que lavar el doble... — murmura mirando los vasos con odio.

— Maurito — lo llamo. Hago una pausa de unos segundos para luego suspirar. — creo que me fui a la mierda con esto.

— Sí, pa, pero a la mierda de la buena. ¡Están tremendos estos chegus! — exclama dándole besos a su sándwich. Río negando con la cabeza.

— Con eso no, pelotudo.

— ¿Entonces con qué?

Suspiro. — ¿Te acordas que el otro día, el día del partido, lo jodimos a Alejo porque andaba muy sonriente con el celular?

Mi amigo asiente.

— Bueno, yo... tenía mi sospecha sobre quién era. La cosa es que después de que merendamos me fui a dar vueltas en el auto porque me sentía... — intento buscar la palabra exacta para expresar lo que siento en ese momento. En realidad la tengo, pero me niego a admitirlo, así que busco otra. — No sé cómo llamarlo. La cosa es que arranqué para la casa de esta chica pero no había movimiento, así que supuse que no estaba ahí. Después fui a lo de Alejo, ahí estaba su auto estacionado. Estuve como quince minutos sin bajarme, debatiendome sobre qué mierda hacer, hasta que...

— ¿La chica es Memi? — me interrumpe serio. Después de unos segundos asiento. Mauro suspira pasando una mano por su cara. — Bueno, seguí, dale.

¿Cómo se dió cuenta de que hablaba de ella?

— Y bueno, al final me bajé y toqué el timbre, me abrió Alejo y ahí adentro estaba ella. Le cambió la cara cuando me vio, onda... de repente se puso seria, pero seria de cara de orto, ¿emtendés? — relato.

— Y sí, lo más probable es que le hayas cortado el garche, gil. — me putea. Quise patearlo por hacer mención a la posibilidad de que Alejo y Emilia hayan estado en eso. — Ajá, bueno, después qué.

— Y bueno, — suspiro. — después me puse en plan pelotudo simpático, me metí a la casa como si fuese mía, que pidamos algo para comer, que veamos una peli los tres, que pito, que flauta. — tomo un poco de jugo antes de seguir. — ¡No sé qué mierda me pasaba, boludo! Hasta Alejo me miraba raro porque vos sabés que no soy así.

— ¿Te gusta Emilia? — me pregunta. Esa pregunta me deja congelado.

Claro que no.

Osea, linda chica, buena onda, simpática. Pero no, no me gusta.

No hay chance, si hemos quedado como amigos. Na, ni la más remota oportunidad. Pero, ¿y entonces? ¿Por qué hice lo que hice?

N-no me gusta, ¿verdad?

— Eh... y no. — dudo.

— ¿Por qué dudas? — silencio de mi parte. Mauro asiente. — Te gusta.

— Te estoy diciendo que no me gusta, gil. — contesto.

— Lo que tú digas, Cruella. — se levanta y da unos pasos por la habitación, pensativo. — Bue, mirá, como tu mejor amigo y persona sumamente honesta me toca decir que te cagues, dormiste y perdiste la oportunidad de estar con la chica que "no te gusta". — hace comillas con sus dedos. — Ahora anda en algo con Alejo, tu amigo de años Alejo, o capaz que no, no sabemos, pero de ser así entonces te vas a hacer un paso al costado, ¿entendés? Porque Alejo la pasó como la mierda con su ex y el hecho de que se esté abriendo a la posibilidad de conocer a alguien nuevo e intentar algo, es un hito enorme para él. Con Memi no charlé tanto pero según sé tampoco tiene una muy excelente experiencia previa, así que si están intentándolo hay que darles espacio y no meterse.

— Yo también estuve destruido por amor... — le recuerdo en un murmuro.

— Es muy distinto, wacho. — se ríe. — Lo tuyo hasta me atrevo a decir que vos buscaste que las cosas sean así, si hay una víctima en tu relación pasada es Mar, yo lo sé y vos también lo sabés.

Me quedo callado. Tiene razón, el hijo de puta he sido yo.

— Así que nada, te mantenes al margen, por favor, y tus interacciones con Emilia que no sean más que amistosas, ¿okay? Porque sino me veo en la obligación de hacerte pum, pum, y te mando al hospital por pelotudo y egoísta, ¿va?

Callo por unos segundos antes de asentir suspirando.

No sé qué siento por Emilia, pero sé que amistad no era. Pero Alejo tiene un brillo en los ojos y su sonrisa era tan real como hace rato no lo era, y no puedo cagarle las cosas a mi amigo. Yo no soy así.

Toca olvidar lo que siento, hacerlo a un lado y ser feliz con la felicidad de ellos. Toca madurar.

Miro a Mauro. Cualquiera que vea sus stream o lo siga en redes no se imaginaría jamás que es un chico tan maduro y hasta sabio.

— ¿Pinta un FIFA?

PERDIDAMENTE • Bizarrap.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن