01 - 𝐆𝐮𝐬𝐭𝐚𝐛𝐨 𝐆𝐚𝐫𝐜𝐢𝐚.

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Había algo en él,
que me hacía saber;

aquel chico era la
encarnación de mis pecados

y oh, joder;

podía pudrirme en el infierno.














Paranoid de Black Sabbath sonaba lejanamente por uno de sus cascos mientras el otro se columpiaba por su sudadera gracias a su caminar. No supo en que momento dejó de prestarle atención a la canción, pues ahora se concentraba en que seguramente apestaría a su aroma.
Maldecía hacia sus adentros el no haber podido conseguir aquellos que le solían salvar de que oliese su asquerosa peste.

Porque si, odiaba su esencia. Desde pequeño, aquello que muchos considerarían de los mejores aromas respecto a los de su casta, se había convertido en lo que más odiaba de sí. Oler este ya sea de su propio cuerpo o en los alimentos, le traía recuerdos que prefería no revivir, así que solía recurrir a supresores siempre que se lo pudiese permitir. Claro, procurando cuidar la cantidad que ingería. No buscaba dañarse por un descuido.

Suspiró con frustración, intentando reducir su estrés a sabiendas de que este solo empeoraría las cosas. Un par de segundos donde se permitió relajarse fueron suficientes para que la leve fragancia fuese neutra, además de pasar desapercibida. Suerte para él, sabía reducir su aroma lo suficiente para que se hiciese casi imperceptible. Casi. Sabiendo eso, se colocó su capucha, como medida de precaución a lo que se avecinaba a menos de una cuadra.

Y es que, vida nueva, gente nueva.

Hace unos meses había recibido la noticia de que junto a su mejor amigo, fueron aceptados por una universidad bastante relevante de la ciudad de Los Santos. O bueno, a él le habían aceptado, ya que Horacio, su mejor amigo y prácticamente hermano, no había corrido con la misma suerte. Pero como no, Gustabo hizo de las suyas para que este también pudiese ingresar a tal y lograr iniciar sus estudios. Aunque bueno, el de crestas no sabía ese pequeño detalle de la historia. Tampoco es que hiciese falta contarle.

García dejó escapar una pequeña sonrisa al recordar como su hermano corría a darle la noticia de sus becas en la que sería su nueva ciudad. Odiaba tener que ocultarle ciertos detalles al heterocromático, pero lo seguiría haciendo si con eso podía verle con la misma felicidad que le observó en aquel momento, y con la cual ahora le esperaba en la entrada de aquel edificio, donde agitaba sus brazos en forma de saludo, como si no se hubiese percatado hace media cuadra ya, de su presencia.

—Joder tío, que no se te note lo emocionado que estás eh. —Se burló, recibiendo al de colorida cabellera entre sus brazos. Su dulzón caramelo le envolvió en un cálido abrazo.

—Lo sé, pero es que estoy nervioso. Apenas y me dió tiempo de arreglarme por quedarme pensando en todo esto. —Decía con una enorme sonrisa adornando su rostro, el cual ahora Gustabo se había percatado de que se encontraba impecable, recientemente maquillado, a diferencia del suyo, que relucía alguna que otra herida o cicatriz. —¡Perla, que conseguimos entrar! Aún no me lo creo...—Dijo, soltándose del abrazo para sostener al de menor estatura por los hombros.

—Pues tendrás que hacerlo, y rápido. Que si mal no recuerdo, tú debes estar en clases dentro de cinco minutos. —Le recordó con una suave sonrisa, apretando con cariño las manos sobre sus hombros para luego quitar estas de sobre suyo, a sabiendas de que el otro no tenía demasiado tiempo que perder.

—Está bien. Cualquier cosa, mi salón queda en el primer piso— fue cortado por el de orbes azules.

—A mano derecha, sala 07. Lo sé, yo fui quien te ayudó a memorizarlo. —Observó a su hermano reír mientras apretaba la fina asa de su mochila. —Tranquilo, nada malo va a suceder. Como tú bien dijiste, lo conseguimos. Así que ve y comete los problemas. —Repitió como tantas veces aquella frase que ayudaba a su amigo en momentos como aquellos.

—Dios, no sabes cuanto te quiero. —Susurro con una sonrisa el de tez morena, más para sí que para su hermano. —Ya. Está bien. Me iré, pero nada más esté libre, te contaré todo.

—Venga, va. Anda que sino llegas tarde. —Empujó a su amigo, quien dándole la razón, se despidió con un beso al aire y la promesa de contarle todo lo que le vaya sucediendo en el transcurso del día, dejando tras de sí a un rubio que poco a poco regresaba a su estado habitual.

Con una cara que dejaba entender un "no me toquéis la polla, porque no tendré problema en golpearos" recorrió los pasillos del lugar, sin pasar por el ala en que se encontraba su hermano. Luego de un rato de exploración, terminó en el tercer piso, donde se suponía, debía encontrarse su salón.
No es que fuese un hijo de puta si no se encontraba su hermano cerca, pero es que a comparación de él, no le entusiasmaba estar rodeado de alfas, betas y omegas. Solo esperaba que aquella universidad no fuera como las que mostraban en las películas estadounidenses, donde dejan de lado sus estudios para pasarla de fiesta en fiesta y mágicamente pasar de curso.

Una risa irónica se le escapó, llamando la atención de alguien a poca distancia de él, que esperaba fuera de la que parecía una oficina de profesores, pues se encontraba perdido y quería saber donde se encontraba su sala.

Se percató de como aquel se le acercaba, por lo que con su poca gracia a la hora de hablar con extraños, se permitió adelantarse a quien parecía, quería hablarle.

—¿Se te ofrece algo? —Escupió sin más.

El más alto pareció meditar por cortos segundos sus palabras. No quería insultar a alguien que siquiera conocía.

—¿Cómo te llamas? —Así al menos sabría a quien estaba por faltar.

—¿Pregunta...? —Cuestionó, ya encontrándose fastidiado con la presencia del aparente alfa.

—Yo pregunté antes, capullo. —Bueno, ya estaba tardando. Al menos no se cagó en todos sus muertos, como abría echo antes al escuchar su tono de voz.

—Pues me da que te vas a tener que quedar con la duda, gilipollas. —Se cruzó de brazos, observando con su semblante serio al de cafés. No era nada personal, siempre tuvo un odio de más hacia los de su jerarquía, pero debía admitir que aquel se estaba marcando un récord con respecto a que tan rápido le podía odiar.

Y antes de que pudiese responderle al a su parecer, beta, la puerta que les separaba, se abrió, dando paso a la oficina donde la asistente del director observó al de mechas rubias, que se encontraba frente suyo.

—¿Gustabo García? —Cuestionó al notar uno de los nuevos ingresados frente suya, quien pasó de observar a otro de los estudiantes, para fijar su mirada en la alfa de oscura cabellera.

—Joder... —Susurró el rubio, adentrándose a la sala luego de que la más alta le ofreciese paso. Al final, el odioso alfa había descubierto su nombre, sin embargo él no sabía quién era el gilipollas que por razones desconocidas, se le acercó con total confianza. Típico de alfas, pensó, dejando el tema de lado al observar a la que hace unos meses, fue la alfa que le ayudó a que su hermano ingresase a la institución, siendo ese el motivo por el que le reconoció.

Gustabo García.

𝐂𝐨𝐫𝐭𝐞𝐣𝐨 - Intenabo.Where stories live. Discover now