04 - 𝐕𝐚𝐠𝐨𝐧.

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Porque,

después de todo,

somos niños

en el cuerpo

de adultos.











— ¡Gustabo! —Gritó, estirando su mano a quien, con demasiada dificultad, intentaba subir al vagón de aquel tren.

El rubio aceptó la ayuda de su amigo, y entre ambos, ahora se hallaban dentro de aquella desolada caja que se dirigía a saber donde.

—¿Estás bien? —Preguntó, al sentarse junto al de ojos azules, cerca del borde.

—Si. —Respondió sin más, columpiando sus pies en el borde de allí, sin temor a poder llegarse a caer.

—Gustabo. —Llamó con seriedad, provocando que este volteara a verle. —¿Enserio lo estás? ¿él no-

—Estoy bien, hermano. —Le sonrió, cosa que fue suficiente para que el ojiverde se despreocupara.

—Vale. Despiértame cuando lleguemos. Escuché que en esa ciudad hacen unos batidos deliciosos. —Y con una suave sonrisa, se recostó en el regazo de su hermano, que se había apartado del borde para dejarle espacio.

Con un suave asentimiento, acunó al menor, cubriéndole con su chamarra de algunas tallas más grandes para simular una cobija.

Empezó a acariciar el cabello del otro, percatándose poco después de que se encontraba dormido.
Levantó su mirada, observando como ya había anochecido. Y recordó aquellas grandes manos, sin cuidado alguno, sobre su piel, apropiándose de esta como si le perteneciese. Tomándolo con brusquedad y adueñándose de lo poco que aún le quedaba. Se sentía débil. Tanto, que hasta la respiración del otro niño sobre sí le molestaría, hasta su cercanía le podría llegar a incomodar si no fuera que se trataba de Horacio. Su hermano. El único refugio donde se sentía realmente a salvo.

Dejó que su amargo aroma a vainilla se dispersara con la nocturna brisa, sintiendo una filosa gota de cristal cortar su mejilla derecha, a la par que ahogaba todo aquel dolor tan profundo en su ser como para fingir que nada había pasado.

𝐂𝐨𝐫𝐭𝐞𝐣𝐨 - Intenabo.Where stories live. Discover now