Epílogo IV

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—Mira, mira— llamó su atención Kaya, cogiéndola del brazo.

Yona dejó de escuchar a Yoon momentáneamente para girarse en la dirección que le estaba señalando ella y cuál fue su sorpresa cuando se encontró a Yun-Ho saliendo del establecimiento de la mano de, ni más ni menos, que Geun-Tae.

—¿Qué estás mirando? — inquirió Yoon cuando vio como los ojos de ambas chicas se ampliaban incrédulos. Él intentó descubrirlo por sí solo, pero era tanta la gente que había en el lugar que le pareció imposible, tantos cuerpos moviéndose al ritmo de la música, sentados en las mesas apartadas a la pared o en la zona recreativa.

La única respuesta que obtuvo fue que las chicas compartiesen una mirada, sonrieran ampliamente y después se echasen a reír como si no hubiera un mañana.

—Vale, creo que deberíais dejar de beber ya— refunfuñó el muchacho, a quién no le sentaba muy bien sentirse ajeno a un conocimiento compartido.

En ese momento, Kaya sintió una mano en la cintura y el sonriente rostro de Zeno apareció a su lado.

—¡Hola, hola! ¡¿De qué os reís?! — estaba achispado y no lo escondía mientras pasaba un brazo por el hombro de la chica y la atraía a ella para depositar un beso en la parte alta de la cabeza.

También apareció Hak entre la gente y la mueca que tenía en sus labios hizo reír a la pelirroja.

—¿Qué? Has perdido por lo veo, ¿no? — le picó cuando se colocó junto a ella.

—Algún día descubriré como hace trampas Jae-Ha al billar y demostraré que yo soy mejor.

—Tú lo que eres es un refunfuñón— sujetó su mentón e hizo que se inclinara sobre ella para darle un piquito en los labios—, que tiene muy mal perder.

—Yo no siento haber perdido, al menos en lo que me interesa de verdad— respondió él roncamente, dejándose llevar gustosamente.

Yona sintió esos familiares dragones -sí, esos que nunca desaparecerían- en el estómago cuando lo escuchó y tuvo que retener el impulso de cogerlo del brazo y arrastrarlo hasta el baño más cercano que estuviera vacío.

—¿Quieres algo de beber? Estoy que me muero de sed— dijo una vez se separaron. En los segundos que necesitó Yona para aclararse la mente, descubrió que sus amigos se habían ido, dejándolos solos.

—Claro, vamos.

Se acercaron a la barra y un sonriente Maya después de despachar a un par chicos a su lado, se dirigió a ellos. Hicieron su pedido y lo vieron moverse por la barra, esquivando a sus compañeros con verdadera maestría y agilidad mientras se lo preparaban.

En un principio, la fiesta de graduación se hacía en el gimnasio del instituto, pero después de que año tras año este quedara en muy mal estado por la locura en la que se convertía la fiesta y que uno de ellos este estuviera a punto de salir ardiendo, decidieron cancelar el festejo y que solamente fuera la entrega de diploma. Ese fue el año en el que se largaban los chicos, así que Jae-Ha, Zeno y los demás de curso, al verse sin "esa diversión obligatoria para todo adolescente", removieron cielo y tierra para que buscar un sitio. Y después de mucho insistir, consiguieron convencer a la amabilísima Gi-Gan, quién lo hizo a cambio de que aseguraran que solamente darían alcohol a los mayores de edad y que no destrozarían su local. El mismo Jae-Ha aseguró hacerse cargo de que eso no ocurriera -aunque después en la realidad hubiera estado centrado en otra cosa- y, al ver la caja que hizo esa noche, Gi-Gan no puso ningún impedimento cuando le pidieron permiso al año siguiente y este.

—Aquí tenéis— les guiñó el ojo después de coger el dinero que le tendía Hak e iba a otro cliente.

Kija y Shin-Ah aparecieron entonces e iniciaron una conversación o al menos hicieron lo que pudieron por culpa de la música que se escuchaba por los altavoces. En algún momento, Yona vio a Zeno y Kaya bailando en medio de la pista improvisada y unos cuerpos a la derecha a Jae-Ha con una chica rubia, y el recuerdo de una fiesta un par de años atrás asaltó en su memoria. Qué diferencia a cómo estaban ahora...

—¡Vamos a bailar! — exclamó Yona, quién ya se encontraba un poco "contentilla". Sonriendo en disculpa a su par de amigos, cogió la mano de su novio y sin darle tiempo a pronunciar queja alguna, se adentraron en la pista de baile— ¡Me encanta esta canción!

Lo fuera a decir murió en los labios del muchacho cuando sintió el sinuoso cuerpo de su novia pegarse al suyo. No le gustaba mucho bailar, pero, oye, si había que hacer un esfuerzo por contentar a su princesa se hacía y punto; qué después no dijera nadie que no se desvivía por los caprichos de su chica.

La sonrisa de Yona se amplió cuando vio como él hacía el intento -bastante torpe había que decir, se movía muy bien en el campo, pero en la pista de baile la cosa era muy diferente- y jadeó cuando sintió las cálidas manos de él abarcando su cintura. Bailaron una canción tras otra y Hak no pudo más que maravillarse por lo bien que se movía Yona, como parecía llevar la voz cantante y conseguía que él no se viera como un pollo sin cabeza. En una de las veces, no evitó más la tentación que era esa boquita y terminó besándola allí en medio, siendo correspondido gustosamente. Cuando se separaron con la respiración jadeante y sus ojos violáceos brillando como dos luceros, Hak pensó que nunca la había visto tan hermosa y tan... viva como en ese momento.

—¿Quieres salir un poco? — el cálido aliento de ella chocó con su oído, consiguiendo que se estremeciera— ¡Estoy que muero de calor!

Él se limitó a asentir, sabía que no lo escucharía, y se escabulleron entre la gente hasta la puerta, donde se amontaban algunos chicos que también habían salido a que le diera el aire o fumarse un cigarrillo; Jae-Ha era uno de los del segundo grupo y les hizo un saludo con la mano mientras asentía hacia algo que le estaba diciendo el chico con el que estaba hablando. Yona retuvo el impulso de acercarse a él y quitarle el cigarro de las manos. Desde que había entrado en la universidad gracias a la beca por el deporte, su adicción estaba muchísimo más controlada y solamente fumaba un par cuando estaba de fiesta, pero Yona prefería que no lo hiciera nunca. A pesar de eso, había terminado asumiendo que, por mucho que no le gustara que fumase, era su vida y ella no era nadie para exigirle o prohibirle algo.

Se apoyaron en el rincón que estaba más desierto y Yona soltó un suspiro inconsciente.

—Tengo los pies molidos— comentó mirándose los tacones que tenía puesto y reprochándose el haber elegido unos más alto a los que siempre usaba.

—Sigo pensando que para qué narices os ponéis las chicas esas cosas— sacudió la cabeza, exagerando la mueca de confusión en sus labios— Es sufrir por sufrir.

—Ay, perdona, pero no todo el mundo medimos un metro ochenta y ni nos viene unas piernas estilizadas de fábrica.

Hak se rio y la atrajo hacia él hasta que sus labios quedaran a tan solo un palmo. Sí, bueno, esos dichosos tacones tenían algo bueno y es que esa boca estaba mucho más accesible para él, lo cual llevaba sacándole provecho desde el momento que el abuelo se largó a casa después de la ceremonia.

—¿Quieres irte ya a casa?

—¿Ya? Pero los chicos...

—Hemos quedado mañana para cenar, no te dará tiempo a echarles mucho de menos, créeme.

La sintió reír y después asentir con la cabeza. Se encontraba ya muy cansada y lo único que deseaba es acostarse y estar entre los brazos de su novio, demasiado los añorado en estos últimos meses.

Hak no necesitó que se lo dijeran dos veces.

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Quedan dos partes más para concluir con esta historia. Qué penita me da que se acabe ya...

Muchísimas gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí, apoyándome. Sois los mejores. 

Y, bueno, si os ha gustado mi historia... solo me queda decir que tengo un par por ahí guardadas en el ordenador que, si la gente quiere, podría animarme a subir... ¿Qué os parece? ¿Me daríais otra oportunidad?

Ocaso (Akatsuki No Yona)Where stories live. Discover now