Capítulo 11.- Leyendo las miradas.

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Sentados en el auto que era conducido por el otro guardaespaldas y rumbo a la residencia que, pertenecía los Ardley  en Nueva York, Terrence y Victoria unían uno a uno los cabos sueltos, sin embargo, ella quiso aprovechar una pausa y le aclaró:

—Recuerde que tengo una tercera posible homicida, por parte de la víctima y debo ser honesta en cuanto a lo que sospecho de esta tercera mujer.

—Dímelo —a estas alturas el joven estaba dispuesto a escuchar cualquier cosa que Victoria pudiese elucubrar, sin embargo, en definitiva, no estaba preparado para escuchar aquello que la chica soltó con toda la alevosía y esperó la reacción.

—Pudo haber sido Eleonor Baker. —una media sonrisa dibujo Terrence sosteniéndose el arco la nariz entre dos de sus dedos, para luego pasar estos por sus cejas acomodándolas.

—No, te equivocas.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque no tiene ningún móvil, solo por eso.

—Sí también lo pensé, ¿Qué movería a la renombrada actriz a quitar del medio a la pareja del actor joven más talentoso Broadway?

—Basta, no sigas por ese camino, no acertarás...

—Muchos podrían pensar en un crimen pasional, —en cada frase que Victoria desprendía, observaba la molestia creciente de su acompañante.

—Dije basta!, no es nada de eso.

—No tiene por qué sentirse amenazado por mi Graham, todo lo que ocurra esta noche está protegido por la promesa que le hice, no diré nada de su vínculo con Eleonor Baker, pero necesito que confirme mi sospecha para poder avanzar. ¿Ella es su madre, cierto? —El echó su cabeza para atrás, llevando a vista al techo del auto y cerrando los ojos, era algo que no quería hacer público por la imagen de la actriz, pero horas atrás, ya Albert y el bufete entero, le habían advertido que tendrían que echar mano de ello, para explicar la confesión de Eleonor.

—Sí

—Bien ya lo sabía, no se lo tome tan en serio, lo hubiese publicado hace años atrás si solo hubiese conseguido pruebas, en ese entonces buscaba una primicia, no una demanda...pero ahora, busco darle sentido a este razonamiento y deténgame si digo algo que para usted no tenga lógica:

—Usted estaba siendo manipulado, chantajeado y estafado por Susana y Helen Marlow, Ellas querían atrapar, de forma permanente, a su gallinita de los huevos de oro y disculpe usted que utilice tantos clichés, pero si conociera a mi padre sabría por qué lo hago, en fin, sabiendo ahora que usted está enamorado de la acusada, puedo suponer que Susana entró en desespero y llevó su farsa de la enfermedad demasiado lejos, sabiéndose perdida y amenazada representaba un peligro muy grande para usted, así que su madre no podía permitir que, esas mujeres, siguieran dañando a su hijo, debía hacer algo para protegerlo así que, optó por ser ella quien le diera el empujón que la joven necesitaba para irse de este mundo y dejarlo a usted vivir en paz.

A Terrence le pareció que su vida contada por alguien mas, sin duda, podría impulsar la opinión de cualquiera, a pensar que él vivía en una muy mala novela y hasta le asqueó la idea de que todo cuanto había logrado conjurar la periodista era muy parecido a la realidad. Así que tragó grueso para decir:

—Eres brutal y muy elocuente, pero te equivocas, mi madre no mataría ni a una mosca. —La chica asintió por respeto a la enorme confesión que escuchó de los propios labios de Terrence, pero en su interior seguía sin descartar a nadie.

Habiendo llegado con Albert, un ejército de investigadores y abogados, ambos relataron con mucho detalle las líneas de indagación que debía seguirse. Archie un poco más escéptico aprovechó que Victoria Elis Anderson estaba debatiendo con los colaboradores, para reunirse a poca distancia con Robert, Albert, Terrence y hasta George, y así plantearles sus dudas acerca de la veracidad del testimonio de la chica.

Si el juez aceptaba escucharla, el fiscal intentaría desacreditarla y si lo lograba, habrían perdido una oportunidad valiosa. Era un temor válido, y todo aquello sería etiquetado como circunstancial si no lograban encontrar las pruebas.

—¿Como sabemos que no miente? Hay que revisar cada punto de su relato, los medicamentos de Kleis, el doctor, el chofer...esa gente quizás no quiera involucrarse y no tenemos tiempo para obligarlos a comparecer.

—Te entiendo Archie, —asentía Albert ante la lógica del elegante joven.

—Yo puedo buscar los medicamentos en su camerino, en su casa...llevaré testigos para que declaren que en efecto son de ella, en la farmacia deben de tener sus recetas, por eso no hay problema.

—En cuanto al cementerio, creo que en su departamento o en su camerino también podrás encontrar la prueba de que sí estuvo allí —Afirmó Robert Hathaway.

—¿A qué te refieres Robert?

—A sus zapatos!, hoy cuando leyeron el veredicto, Karen se desmayó y la auxiliamos recostándola en la banca y pude notar mucho lodo en sus zapatillas; si pedimos un análisis comparativo de la tierra y el lodo del cementerio, probaría que estuvo allí esa mañana y cobraría fuerza el testimonio de Victoria.

—No hace falta que vaya usted Terrence, irán los sabuesos, —indicaba George, mientras se iba a impartir las instrucciones al jefe del equipo encargado.

—¿Y en cuanto a la otra vertiente que supone a Helen Marlow, como asesina de su propia hija? —cuestionaba Terrence, deseando en el fondo, porque esta fuese la correcta, ya que no quería ni siquiera imaginar a Kleis tras las rejas, después de todo era su amiga desde hacía mucho.

—Si la viuda ya lo hubo hecho antes con su esposo, creo que debemos ahondar más en el tema del suicidio y el seguro. —opinaba Albert para que los abogados lo escuchasen.

—Yo puedo rastrear el seguro de vida del fallecido esposo, condiciones términos y también el de Susana, veré con los dueños de las compañías aseguradoras que me envíen la información de inmediato, después de todo muchos de ellos le deben uno que otro favor al Banco de la Familia. —afirmaba Archie e invitaba a George para hacer las llamadas pertinentes.

Coordinada esas indagaciones, se sentaron a repasar la estrategia para la audiencia con el juez y como sacar a Eleonor lo mejor librada posible. Con un té en la mano Victoria hacia una pausa y miraba a Terrence desde lejos, mirada que no se le escapó al nombre de negocios que la observaba.

—Soy Albert, creo que entre las emociones y la premura, no nos han presentado con propiedad.

—No se preocupe Sr. Arldey. Imposible para mí no saber quiénes son todos ustedes, mi oficio lo amerita.

—Llámeme por favor Albert, lo que está haciendo usted por mi hija, jamás tendré como pagárselo.

—No tenga cuidado, esa deuda no le pertenece —dijo volteando de manera inconsciente hacia Terrence.

—Entonces supongo que lo hace por él, Señorita Anderson —la confrontó con una sonrisa preocupada ante la contrariedad que significaba que aquella chica, hubiese caído presa ante el embrujo Grandchester.

Victoria se giró alarmada con el temor de que el amable hombre hubiese leído sus miradas y pensamientos, mucho antes que ella misma.

Continuará 

ASESINA.-Место, где живут истории. Откройте их для себя