Antes | Velorio

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A casi un mes de mi llegada, un miembro de la tribu falleció

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A casi un mes de mi llegada, un miembro de la tribu falleció. No fue un evento triste como creí que sería. De hecho, incluso lucían alegres.

La noticia llegó a nosotros por parte del muchacho con el que también fui la primera vez que conocí a los aborígenes. Le pregunté a Anthony por la sensación de alivio que se esparció por los presentes y, cuando me explicó, creí que se había equivocado con su traducción. Yo ya había aprendido alguna que otra palabra, pero no era lo suficiente ágil para interpretar una conversación.

Después, Darien me pidió que fuera con otro grupo de jóvenes a recolectar frutas para el velorio. La persona había fallecido casi al mediodía y al final de la tarde debíamos tener todo listo para ir a mostrar nuestros respetos con los vecinos.

Yo ya sabía que algunos de los miembros de la manada eran familiares de la tribu. Seguramente habían sido convertidos por algún episodio de descontrol, alguna ofrenda, acto de amor, o cualquier otra razón que pudiera existir. Compartían rasgos similares y algunos todavía pintaban sus rostros de vez en cuando. Me preguntaba qué deberían pensar de los Hijos de Diana y si también los veían como seres cercanos a sus dioses. Tal vez sí, aunque se sentaran con ellos a despedir a uno de sus miembros.

Yo estaba en un costado ocupando una silla plástica y aliviando la picazón en mis brazos con la yema de mis dedos. A los mosquitos les encantaba torturarme y marcar mi piel con ronchas. A la vez, intentaba comerme un mango, una de las frutas que recolectamos y que no había comido antes de llegar allí.

A un par de metros, ambas razas cantaban, con el hombre fallecido de avanzada edad a unos cuantos metros. Estábamos en el exterior, frente a la casa donde vivió al que despedíamos, siendo atendidos por sus familiares y viendo los últimos rayos del sol.

Todos los de la manada se habían vestido para la ocasión y se mezclaba bien con los miembros de la tribu. Algunos también estaban sentados en sillas plásticas y otros en el suelo. Sin importar la edad, ni el género. Un par de mujeres estaba en el interior de la casa preparando comida.

Habitaban en el medio de la selva, pero tenían objetos propios de la modernidad, como utensilios de cocina, herramientas y muebles. Supuse que también tenían contacto con una población cercana; quizá donde me dejó el autobús.

El canto se detuvo.

Darien y un hombre —que lucía como el líder de la tribu por un arreglo rústico de paja y flores sobre su cabeza— se pusieron de pie. Intercambiaron unas palabras y estrecharon sus manos. El alfa se apartó y vino hacia donde yo estaba.

El canto continuó.

—Te puedes sentar con nosotros, si quieres. A ellos les encantará —me dijo Darien.

Fue idea mía ocupar esa silla. Seguía sintiéndome como un forastero, por lo que no era digno para unirme a su actividad. Era más cómodo observar desde afuera para no importunar. Iba más allá de la barrera del idioma, del aspecto, o de la cultura; tenía que ver con quién era yo: un engendro. Lo veía en sus miradas. Hijo de la Luna, o descendiente de un Hijo de Diana y una humana, de cualquier forma, había un muro entre ellos y yo.

—¿Por qué cantan? —pregunté. No había visto a nadie llorar—. ¿No están tristes?

Darien no era tan amigable como Anthony. Era el alfa y, por obvias razones, me intimidaba. Sin embargo, esa noche parecía accesible para atreverme a soltar una de las tantas interrogantes que cruzaban por mi cabeza. Yo era humano, así que técnicamente no pertenecía a su manada, pero igual debía vivir bajo sus normas durante los próximos años de mi existencia —si llegaba a tanto— y sabía que comprender sus tradiciones sería bueno, las cuales por lo visto se entrelazaban con las de la tribu.

Él se agachó para quedar a mi nivel. Sujetó mi muñeca para que dejara de rascarme y solo me enfocara en él.

—La muerte es un honor, niño, por eso se celebra. Significa reunirse con nuestro creador y vivimos en base a eso.

—¿No ven a Diana como su creadora? —murmuré.

Aprendí sobre el origen de los Hijos de Diana y su ideología junto a Vanessa. Era distinto a lo que mi prima practicaba y fomentó en mí, no obstante, cada quien era libre de creer en lo que deseara. No muchos humanos sabían de la existencia de su mundo y yo era consciente de ello.

—Y ella fue creada por un ser superior, el creador de todo. Diana tiene muchos nombres y estando con nosotros la llamarás Ni. —Se puso de pie. Su mirada era dura. Lo que me estaba explicando era importante—. Ya no estás con los Cephei, ni en tu tierra. Nosotros no procreamos con humanos, ni convertimos a alguien en contra de su voluntad. Tampoco vamos en contra de las normas naturales, frenamos nuestro envejecimiento. Nosotros no ofendemos a lo divino.

Tragué grueso y me sentí más diminuto de lo que sabía que era. Ellos eran Hijos de Diana, pero de una manera diferente. No obstante, a pesar de ello, mi existencia también iba en contra de lo que consideraban correcto.

Una mujer de la tribu se paró junto a Darien y le dijo un par de frases mientras me miraba de reojo. Su cabello negro estaba adorado con flores, vestía la ropa colorida de ellos, y sostenía una canasta con frutas. Asumí que era pariente del fallecido, ya que era una de las que vi entrando a la casa.

—Ella quiere que toques las manos de su padre —indicó Darien—. Van a comenzar con los cantos de acompañamiento para que se encuentre con el creador. —Me quitó el mango de las manos y lo arrojó hacia la vegetación—. Vamos. Luego te comes otro. 

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¿Qué opinan sobre cómo perciben la muerte? ¿Qué creen que pensarían de alguien que quiere ser inmortal?

La Traidora | Trilogía Inmortal II [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora