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Narra Amity

-Tiene que estar por aquí.- Dije para mí misma situándome frente a una estantería de la biblioteca.

Paseé mi vista por cada una de las diferentes baldas tratando de encontrar lo que buscaba. Me subí a una de las escaleras para alcanzar los estantes más altos. Allí, escondido entre varios libros para que no se viera, encontré el libro que estaba buscando.

-Tiene que ser esto.- Dije leyendo el título de la obra.- Los secretos de la magia antigua.- Leí en mi cabeza comenzando a bajar la escalera.

Desde que Luz me había dicho que le gustaría aprender algo de magia llevaba buscando una manera de enseñarle. Había leído hacía algunos meses atrás una forma de hacer magia antigua con los glifos pero no le tomé mayor importancia. Ahora, estaba dispuesta a entenderla para enseñársela a mi amiga.

Luz y yo llevábamos viéndonos en el bosque en secreto unos dos meses y medio. Nuestros encuentros eran cada vez más frecuentes hasta el punto en el que nos veíamos todos los días. Nos habíamos acercado mucho la una a la otra y habíamos creado una amistad muy cercana. Sentía que Luz era la única persona que me comprendía del todo. Le había contado y confesado cosas que nunca le había dicho a nadie. Nunca había tenido una amiga a parte de mis hermanos.

Sin embargo, las cosas habían cambiado desde que Luz había llegado a mi vida. Me había hecho ser un poco más fuerte y valiente a la hora de enfrentar a mi madre. Además, desde que la conocí había comenzado a sentir cosas que nunca antes había sentido. Era raro, me sentía muy a gusto con ella pero había ocasiones en las que me ponía muy nerviosa y me sonrojaba cuando se acercaba a mí más de la cuenta. Más de una vez había pensado que a lo mejor quería algo más con Luz.

Negué con la cabeza sacando esos pensamientos de mi cabeza. No podía sentir nada por ella, era mi única amiga. No podía perderla por una tontería como esa. Dejé el libro encima de la mesa y me dispuse a leer.

-Los glifos.- Dije para mí encontrado una página donde estaban dibujados.

Por lo que entendí, al dibujarlos en cualquier superficie liberaban su poder. Además, se podían combinar para poder obtener nuevos poderes. Me guardé el libro en mi bolsa para que nadie viera lo que llevaba, no podía levantar sospechas y salí de la biblioteca. Mientras que caminaba hacia los jardines, una conversación me llamó la atención.

-Belos murió hace miles de años, Alador.- Oí como decía mi madre desde dentro de la sala.

Sabía que no debía espiar conversaciones ajenas y menos si eran de mis padres pero la curiosidad me pudo. Me escondí tras un tapiz que estaba al lado de la puerta medio entornada y puse toda mi atención de la conversación.

-Lo sé Odalia pero no me fío.- Prosiguió mi padre no muy convencido.- No tenemos porque aceptar ese acuerdo si no queremos.

-Alador, lo vamos a aceptar.- Dijo mi madre con voz firme.- Ese chico no es Belos.

-Pero es su descendiente.- Levantó un poco más la voz.- Que el resto de reinos lo vayan a aceptar, no significa que nosotros también.

-Por el Titán, es un simple acuerdo comercial.- Prosiguió mi madre y oí como empezó a pasearse por la sala.

-¿Olvidas lo que nos hizo ese pueblo hace tantos años?- Preguntó mi padre con dureza en la voz.- ¿Y qué pasa con los reinos humanos?

-Por supuesto que no lo he olvidado Alator.- Suspiró mi madre.- Pero quiero dejarle a mis hijos un reino con unas buenas relaciones comerciales. En cuanto a los humanos, ellos conocen las cláusulas del tratado tan bien como nosotros. El tratado dice que una vez que Belos muriera, su pueblo no podía pisar estas tierras pero se podrían mantener acuerdos por la paz.

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