[Cuento] El muro

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En la mitad de la espesura se erige esa construcción tan simple como una lápida. Su destino, dicen, consistió en dispersar pueblos de bandos contrarios.

Ahora el moho abarca los ladrillos y sortea los surcos de cal impregnados. La porosa mancha no es ya más que un adorno, como el tiempo de bronce en los escudos. Una araña teje por allí su misteriosa tela, y las hormigas se enredan en ella pero no es notorio, porque siempre otras hormigas pueblan su cumbre dejando a la posteridad sus cáscaras negras.

Mientras tanto el muro sigue su camino de luna y estrellas.

En su base de yuyo es donde se detienen oscuros gamos. Distraídos, no juzgan la cosa más que como una piedra más, arrojada al azar por la llanura. La fauna se pierde en los confines de dos planos diferentes como por los pasillos que separa una medianera.

El muro sigue su curso hasta el último río. Estará cerca del último árbol, del último pájaro. Algún día, en su valle caerá su última piedra. Ya no habrá soles entonces, y la Tierra será solo otro planeta desierto. No habrá sombra tampoco, ni nadie a quien le importe. El viento será otro. El cielo estará poblado por la serena e impasible noche, y un océano de estrellas.

Yo... siento la soledad de ese último muro. Cuando otra cosa llegue, y ocupe la Tierra, girará en torno a los casquetes que estarán disueltos por alguna loma. Nadie pensará en que estuvo ahí mi muro, ni tampoco en lo que significó para mí. Se acercará como un paleontólogo a los huesos antiguos, mirará a su compañero con cualquier cara, y pensará en cualquier cosa...

Y, al igual que el muro mismo o quien lo construyó, ya no importará...

El fino arte de irse por las ramasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora