Ven conmigo (Primera parte)

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Traía consigo el pequeño libro rojizo donde estaban escritas todas las opciones culinarias, caminando hacia la mesa donde el peli verde se hallaba. Esa mesa que, tan secretamente para el otro, había reservado desde hace poco más de una semana.
Ni Dios sabía por qué hacía estas cosas, esperarlo, guardarle una mesa, acompañarlo, emocionarse por su llegada... Pero lo hacía, por algúna razón lo hacía.

Cuando dió con la mesa, o al menos cerca de esta, se topó con una imagen algo enternecedora;

Zoro miraba emocionado la barra. Le recordaba sutil y gentilmente a los cachorros que veía cuando pequeño, a quienes les fascinaba observar la mano fiel y protectora de su amo, dicha que sostenía una pequeña pelota, atentos, ante cualquier movimiento, y maravillados por la diversión que sabían, eso les traía.

Se notaba que disfrutaba de la vista, tal vez porque seguramente la variedad de productos para crear esas maravillas que Zoro llamaba simple y desdenadamente "bebidas" era mucho más amplia en el Baratie que en el bar donde trabajaba, pero aún así, al cocinero aún se le antojaba tier-

¿-no?, ¿Eso iba a decir?, ¿Qué se veía tierno?, ¡Si sólo es un marimo mirando un punto discriminadamente fijo!

Y de momento vió, su invitado hizo una pequeña insinuación para levantarse, casi como un reflejo, pero se contuvo.

Ha de ser la costumbre, eligió suponer, la costumbre de tener que dirigirse siempre allí.

Le pareció gracioso, era como ver a un gatito que estaba a punto de golpear una bola de estambre que retrocedía a último momento porque, de repente, se asustó.
Ciertamente, era divertido pensar que aquel hombre tan fornido e imponente que hace hasta unos instantes noqueó a dos guardias armados y estuvo a nada de provocar un alboroto en su restaurante podría llegar a ser tan inofensivo como un pequeño gatito, tanto que, llegó a lucir una tierna sonrisa disimulada en la comisura de sus labios.

«•••»

Continuó observándola, tenía el estilo de un "Rincón clásico" que en su lenguaje, el de las tabernas, era la clásica fachada de los años dos mil.
Dió cuenta además, de los aperitivos, muchas más botellas que en su puesto, le sorprendía, conocía todos los licores, jarabes, dulces, etc, pero nunca había tenido la oportunidad de trabajar con ellos. La barra era más amplia, con más sillas y más espacio para servir bebidas, variedades de cervezas, vinos, vasos, hutensillos y todo lo que pudiera anelar o imaginar, era como un sueño hecho realidad...
Salvo por una cosa;

Él no trabajaba ahí.

Un impulso en su cuerpo, tal vez en sus sentidos, lo hizo querer pararse e ir hacia allí, tal vez por simple costumbre, el lo sabía, su lugar era trás la barra, no en la mesa.
Movió ligeramente su pierna, como si algo lo incitara para levantarse y correr hasta ese lugar, como si algo le dijera "𝘝𝘦, 𝘦𝘴 𝘩𝘢𝘤𝘪𝘢 𝘢𝘭𝘭𝘪, 𝘦𝘴𝘦 𝘦𝘴 𝘵𝘶 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳, 𝘫𝘶𝘴𝘵𝘰 𝘢𝘩𝘪" pero no era algo que hubiese sentido antes, no era esa sensación de "𝘋𝘦𝘣𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘢𝘩𝘪, 𝘵𝘳𝘢́𝘴 𝘭𝘢 𝘣𝘢𝘳𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘳𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘨𝘰s" no, eso no era, lo que él sentía era "𝘝𝘦, 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘢𝘭𝘭𝘪, 𝘵𝘳𝘢́𝘴 𝘭𝘢 𝘣𝘢𝘳𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘢𝘶𝘳𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘴𝘪𝘳𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘲𝘶𝘪".
Su extremidad se movió por inercia y estuvo a punto de terminar de parase, pero se detuvo, se dió cuenta de que no estaba pensando claramente.

De pronto lo notó, el bar estaba cerrado.
Por lo general, se decora con luces de tonos oscuros y se trata de llegar a un ambiente "Nocturno" o "Atractivo" que incite a relajarse con una copa, pero ahora, no había nada ni nadie.

BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora