Protegido

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Eros es un Dios intrépido y provocador, digno merecedor de todo el chimento que revolotea por sus alrededores. Se casó con psique, tras pasar esta las pruebas impuestas por Afrodita, la soberbia madre del muchacho. Para quienes desconocen de esta joven divinidad, no hablamos de otro ser sino del reconocido y ya pronunciado Cupido, Dios del amor, fruto de los dioses del amor y de la guerra, la personificación del deseo y la belleza a ojos del mundo, y un perfecto imbécil a ojos de Sanji.

Volvamos por un momento a la realidad, sabemos que este ente es en su entereza bondadoso y amable. Pero el día que decidió meterse en la vida del cocinero tuvo que haber estado drogado y borracho, además de que el rubio no duda ni por un segundo que algún rencoroso de Eros, por su evidente falta de competencia, debe de haberlo golpeado lo suficiente como para hacerlo tambalear, caer, golpearse la cabeza y posteriormente lanzarle una flecha en el trasero mientras se hallaba por completo distraído.

Si lo pensaba bien, hasta podía llegar a sentir algo de lástima por el pobre angelillo.

Pero sólo un poco.

Su suerte no había mejorado desde el día que decidió aceptar salir con Luffy esa noche a conocer el nuevo lugar que había abierto hacían unos meses, y que ahora estaría por cumplir dos años de no haber sido por los problemas legales que afortunadamente tuvo el dueño.

Zoro estuvo trabajando con ellos desde entonces, y una infinidad de cosas habían pasado; risas, llantos, peleas, muchas peleas, malos y buenos entendidos, anécdotas que quedarían para la historia, y otras para el olvido, rumores, experiencias y dudas, pero sobre todo, sobre todo peleas.

Y ahora estaba por ser el aniversario del restaurante, festividad que no se haría de pocos invitados, ni mucho menos de poca algarabía.

Sería deslumbrante, con mucha energía, luces y camareros yendo y viniendo de aquí para allá, siendo todos por igual celebrados, con música y una alegría tan sorprendente, que haría a las mismas decoraciones radiantes desprender sus propia y mágica luminiscencia.

-Sí que lo has soñando mucho.

-¡Por supuesto que sí!

-Pero aún faltan tres meses, ¿No?

-¡Claro, pero qué va, sólo imagínalo, será grandioso!

Y Zoro adoraba cómo el brillo se apoderaba de esos vidriosos y maravillosos ojos.

«•••»


Llamaban, sus oídos zumbaban con una fuerza desesperada, y estaba agradecido, agradecido de haber sido salvado.

Y ahora sus piernas ajetreaban sagaces los pasos sobre la escalera, subiendo con una desesperación digna de quién escapa del mismísimo Satán, huyendo con un nerviosismo que reflejaba el peor de los avernos encerrado en ese sótano, estaba jodido si se le ocurría volver la cabeza, pues la puerta de regreso ocultaba en su cinismo una fuerza centrípeta que lo obligaría irremediablemente a bajar.

Pero por nada del mundo iba a voltear.

Cuando volvió a ver la luz aflorar bajo la cornisa de la puerta, como una densa vertiente de salvación, supo que su alma intentaba regresar a su cuerpo.

La luz hirió un poco sus ojos al cruzar, el portazo que dio se oyó firme. Logró despertarlo. Y ahora, del otro lado, apoyaba sólidamente su cuerpo contra esa pieza de madera, casi empujando, evitando que abriera, evitando que dejara salir, escapar, una incontenible y peligrosa oscuridad.

Comenzó a caminar con una notable impaciencia, resolviendo fastidios conforme avanzaba, alguien lo estuvo llamando y ahora tenía el descaro de no aparecer.

BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora