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Imagina que estás a punto de tocar el cielo. Que todo lo que anhelas está por cumplirse. Que, después de todo, sonríes. Sonríes por inercia y no para complacer a los demás o engañarse a sí mismo.
Pero a veces, al contemplar la perfección de la superficie, olvidas que siempre existe un trasfondo. Una realidad retorcida donde hay que escarbar.
Llega un punto donde cierras los ojos. Porque la yema de tus dedos está rozando lo que más quieres, a punto de alcanzarlo. Y prefieres evadir todo lo demás, todo lo malo.
Imagina que subes y subes. A poco de ser feliz. Y de pronto todo se sacude.
Cierras los ojos. Respiras profundamente. Y te impulsas de nuevo gracias a tus sueños. Falta poco, estás a punto de conseguirlo.
Y caes. Caes de vuelta a la realidad. Entonces aprendes, que después de subir tanto, el impacto es más fuerte.
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