CAPITULO 10.

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Ha pasado un mes desde el incidente en el restaurante. Elvis nuevamente salvándome el pellejo logro convencer a su padre de no despedirme pasando por encima de los lloriqueos de sus hermanas cosa que nos sorprendió a ambos, pero no objete ni opine sobre el tema, ya hice mucho defendiéndolo delante todos en el restaurante, aparte de la forma tan grotesca en la que explote. Así que preferí estar bajo perfil, si me decían has esto, lo hacía, si me mandaban hacer tal cosa, lo hacia y así, tenia que meterme la lengua en donde ya saben y tragarme mis quejas, no tengo tiempo ni paciencia como para buscar otro empleo y menos a estas alturas del partido.

Además, hoy es el día en que me iré a pasar mi semana de vacaciones con Aitiana. En el trabajo soy la única que no ha tomado días libres desde que comencé, no tenía a donde ir ni algo importante que hacer aparte de que si hacia horas extras era mas dinero el que entraba a mi cuenta.

–¿Puedes ayudarme con la maleta mongolito? – capto la atención de mi hermano quien esta acostado en mi cama jugando con su teléfono.

–Si yo soy mongolito ¿tú que serás? si eres mi hermana– me responde sin despegar los ojos del juego.

–La mongolita mayor– le dedico una sonrisa de boca cerrada.

De mala gana se levanta tomando mi maleta y sacándome la legua a lo que yo le saco mi dedo del medio. Antes de salir de la casa me despido de papa y le digo que me despida de mama, ella había salido temprano por una cita médica así que no podre hacerlo personalmente.

Al salir mi hermano viene subiendo por las escaleras yo me detengo unos escalones antes de llegar y le abro los brazos el pone los ojos en blanco y me abraza con cautela al separarse pronuncia un Eww para reír ambos después.

Al llagar a la acera visualizo a Elvis recostado en su auto entretenido con su celular sonriendo por algún video gracioso seguro.

–¿Con quien te estas riendo? – me hago la enojada a lo que él solo entreabre y cierra la boca viéndome para luego relamer sus labios.

–Te ves hermosa– dice con una gran sonrisa en su rostro

–O sea que antes no– me cruzo de brazos, solo quiero molestarlo. Se porque lo dice.

–No, no, no– articula frenéticamente–Es que hacia rato no te veía con el pelo suelto, casi olvido lo largo y ondulado que es.

–Mis moños no me quedan mal.

–No, tus bolas espaciales no te quedan mal, pero nada se compara a verte con el cabello suelto.

–Bueno ya, no es para tanto– hago un ademan para restarle importancia– vamos a perder el bus, andando.

En el camino a la estación solo escucho los consejos y amenazas de Elvis-cocho sobre lo que puedo y no puedo hacer mientras el no esta presente. A veces es muy protector conmigo, cosa que agradezco y a la vez me estresa.

–No olvides llamarme cada hora– me recalca al llegar.

–Ya me lo dijiste mil veces, aunque sabes que yo me olvido de ese aparato.

–joder con tu olvido– dice molesto– solo quiero saber si te pasa algo o si necesitas ayuda.

–Sera pegarme el teléfono a la oreja así podre contestarte cada vez que llames.

–Lo siento.

–¿Y ahora porque te disculpas? – pregunto confundida.

–Por molestar tanto– y veo como tensa su mandíbula.

–No estas molestando– sujeto su mano para tranquilizarlo.

–Es que ni siquiera te has ido y ya te extraño dime como voy a hacer cuando te vayas del país–siento su garganta quemar.

ENTRELAZADAS  [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora