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- Primeros grandes errores -

Eran alrededor de las tres de la tarde cuando Dabi por fin llego al apartamento. Le gustaría decir que fue una decisión razonada y meditada a conciencia, pero desde luego no había sido así. El mensaje que Gina le había enviado había arrasado con su cordura, como un huracán, desequilibrando todavía más los débiles cimientos que sostenían su raciocinio y, casi sin darse cuenta, se había visto robando un coche y conduciendo seis horas del tirón, solo para verla.

Agotado, preocupado y emocionado, subió las escaleras del destartalado edificio donde habitualmente residía y llevó su mano al pomo de la puerta, apretándolo entre sus dedos. Se quedó así un par de segundos, quizás hasta un minuto, viéndose repentinamente incapaz de dar aquel paso.

Un aluvión de emociones y pensamientos suicidas lo arrolló sin clemencia ante la realidad de sus actos. Había dejado a medias una misión importante, muy importante. Una que de salir bien podría ser la clave para llevar a cabo todos sus planes, para llevar a cabo su venganza. Había salido corriendo ante la primera estupidez que Gina le había dicho, como si ella fuese el centro de su mundo. No. No podía seguir permitiendo aquello. Ella no podía seguir haciéndole aquello. Desdibujando sus planes y atolondrándole el cerebro. Necesitaba parar, necesitaba poner en orden sus prioridades y trabajar en base a ellas. Estaba tan, pero tan cerca...

Un tirón en su mano derecha lo sacó de su trance, a la vez que la puerta se abría para dejar paso a la culpable de todas sus comederas de cabeza.

-          ¡Dabs! – exclamó realmente feliz de verlo – Has venido. – dijo mientras se lanzaba hacía él, abrazándolo en un arrebato que solo empeoró el debate interno del villano.

-          Vine. – respondió este con neutralidad, devolviéndole el abrazo.

Gina volvió a entrar al apartamento seguida por el pelinegro, quien no dejaba de darle vueltas a lo imbécil que había sido, estaba siendo y si no echaba el freno, iba a ser.

-          ¿Qué tal tu misión? – preguntó la castaña mientras se estiraba para alcanzar dos tazas de la alacena.

-          La deje a medias. – dijo seco, mientras se quitaba el abrigo y lo tiraba sobre una silla.

-          Ah. Claro. – lo miró de reojo, apreciando la molestia en su rostro – Mía culpa. – susurró mientras vertía café en las tazas – Toma. – le ofreció una de ellas.

-          ¿Para qué me necesitabas? – preguntó sin rodeos, mientras se llevaba la porcelana a los labios y daba un sorbo. Una mueca de asco se formó inmediatamente en su cara al saborear la bebida. Azúcar. Por eso nunca dejaba que ella hiciese el café.

-          Directo al grano. – masculló ella con incomodidad, desviando la mirada – Han pasado cosas.

-          ¿Qué cosas? Solo llevo un día fuera. – preguntó con evidente molestia, mientras tamborileaba sus dedos contra la superficie de la mesa.

Gina tragó grueso ante la tonalidad de sus palabras y aquella sensación incómoda que estas le habían provocado en el pecho. Notaba a Dabi diferente, no estaba siendo sarcástico y borde como siempre, lo sentía frío y distante, como si en poco más de 24h hubiese levantado unos muros kilométricos entre ambos.

-          Magne ha muerto. – dijo del tirón. Había sido más fácil de verbalizar de lo que esperaba.

-          ¿Cómo? – preguntó sin alterar su semblante.

¿Mi peor decisión?Where stories live. Discover now