3-Cartas al destino (989 palabras)

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—No puedo creerlo. Me niego a hacerlo. —Llena de enfado rompe la hoja y prepara una carta.

«Si quieres terminar con todo. Hagámoslo, pero quiero verte y me lo digas en persona», piensa molesta.

Así, es como comienza la emperatriz a enviar cada día una carta, durante un mes. Sus días han sido envueltos por suspiros y las noches de lamentos. «Debí ser más humilde. Él también es humano. Todas las personas merecen un trato justo. Prometo ser justa con todos mis súbditos de ahora en adelante». Habla mentalmente con su amiga la Luna, que se encuentra en estado creciente.

En aquel instante observándola comienza a tener una visión. En la que ve una casa de un piso. Está hecha de madera y solo tiene una puerta corredera. Su tejado es bastante humilde, recubierto por paja. Mira a su izquierda y observa que se encuentra en el bosque de la ciudad Nara.

«¿Qué es esto?». Se pregunta mientras recibe otro flash. En esta ocasión se encuentra en una sala real. «¡Este es el palacio imperial de mis enemigos! ¿Qué hago en este lugar?». Incrédula grita al ver que el chico con el cabello recogido y ropas elegantes, las cuales, las mangas son anchas y sus pantalones llegan hasta los pies. Se trata de Hideki. «Ya sabía que me sonaba de algo. Ese porte elegante no era común». Curiosa observa como entra un hombre calvo con una barba en el mentón que le hizo recordar a la brocha que utiliza para escribir las cartas. No pudo evitarlo y comienza a carcajearse golpeando el suelo de madera de su habitación. Luego recuerda que pueden pensar sus guardias que la están atacando.

Abochornada para y observa la conversación entre ambos.

—¿Qué deseas? —expresa Hideki aburrido.

—Majestad, al fin he conseguido la forma de que vos seáis un dios y consigáis así la prosperidad a nuestro imperio.

Atsuko abre los ojos sin poder creerlo, al escuchar aquello. Luego aquel señor saca un bote en el que tiene una bebida blanca dentro.

—Este líquido que veis dentro de la botella. Se trata del saké de los dioses. Bebedlo y seréis uno.

—Muchas gracias, Daichi.

La imagen comienza a tornarse borrosa hasta, finalmente, convertirse en un mar de colores. Se organizan de nuevo y ahora la reina observa a su amado tomando todo el líquido. A simple vista, parece que no sucede nada. Sin embargo, al poco tiempo empezó a gimotear de dolor.

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«No entiendo nada. ¿Por qué estoy viendo esto?». Y así, vuelve a otro escenario distinto. En esta ocasión, el protagonista vuelve a ser Hideki. Se encuentra con el semblante enfadado mientras un aura violeta le envuelve el cuerpo.

Ahora, se encuentra en el trono hablando de nuevo con el monje. Descubriendo que le ha tendido una trampa.

—Pensé que te comenté que tu humor interfiere con la vida de los que están a tu alrededor —comenta sin poder parar de reírse—, se puede ver que estáis lleno de energía oscura. Por eso el reino está en hambruna y las tierras están muertas.

—Sí sabíais esto de antemano. ¿Por qué me lo disteis?

—Para comprobar cuan idiota puede ser su majestad. —Su risa se torna maquiavélica conforme pasan los segundos hasta que cesa. Atsuko en aquel momento se encuentra aterrada de ver a aquel monstruo con piel humana—. Si queréis, puedo ayudaros. Seguiréis teniendo el poder del dios de la labranza y, además nadie sabrá que fuisteis vos.

—Decidme, haré lo que sea. —El emperador se levanta presa de sus nervios mientras su aura se torna cada vez más oscura.

—Tenéis que darme vuestro título como emperador y, me serviréis para derrocar el imperio nipón.

—¿Para qué queréis aquel territorio?

—Será el causante de nuestro problema.

—Sabes que eso no es cierto.

—Y eso qué importa.

Finalmente, accede a ese vil trato y así fue como Hideki se llamaría desde ese día Hideo. Lleno de odio fue enviado a la capital de Nara para obtener información de la emperatriz con la tapadora de ser un simple campesino. Ya que, gracias a su poder como dios lograba que sus cultivos germinaran rápido y los animales se sentían a gusto con él. «Así fue como la conocí». La chica escucha los pensamientos del chico mientras los días van pasando. Descubriendo que él se enamoró de ella desde el primer momento y gracias a ese amor su alma fue purificándose.

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Con la carta escrita ordena a una sirvienta que llegue a la capital del imperio chino. Tiempo después el monje abdica del poder voluntariamente y Hideki regresa al poder.

La paz se instaura logrando un tratado entre ambos reinos en el año 755 d. C.

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—¿Cómo has logrado que sea de nuevo el emperador? —pregunta, estando los dos sentados sobre dos cojines alrededor de una mesa que se encuentra en una sala envuelta de naturaleza. En el palacio de Hideki.

—Hace un mes exacto tuve unas visiones que me explicaron todo. Le puse por escrito que si no abdicaba y arreglaba todo. Lo iba a contar todo yo misma.

—Te prometo que yo no soy así ni quise hacerte daño —exclama lleno de vergüenza.

—Lo sé. No te preocupes.

—Me alegra saber que pude hacer bien el hechizo.

—¿Cómo?

—¿Recuerdas aquella noche que viste una casa andrajosa?

—Sí.

—Ahí estaba yo lanzando un hechizo para convertirte en la diosa de percepción pasada y futura.

—Entiendo. —Se sonroja la mujer.

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Querido esposo,

Es bello como en nuestro aniversario continuamos rememorando la forma en la que nos conocimos. Comprobé hace tiempo que aunque sea invierno, el amor; al igual que las flores, puede germinar hasta en el territorio más frío.

Eso pasa con nosotros. Aunque vaya todo en nuestra contra estamos ligados por los hilos del Musubi. Tejiendo entre nosotros un destino hermoso.

Ahora ambas naciones están unidas y los dos somos nombrados como la diosa de la clarividencia y el dios de la fortuna.

Te amo, mi dios.

Tu diosa.

DestinoWhere stories live. Discover now