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Entre sueños escucho como a lo lejos una puerta es golpeada con insistencia. Me molesto un poco pero al final decido abrir los ojos porque la persona que no para de golperla parece tener prisas. Lautaro está durmiendo con su cabeza apoyada en mi pecho y sus brazos rodeandome por completo. No me molestaría quedarme así por un buen rato más, pero tengo que abrir la puerta. No quiero despertar a Lauti porque se ve tan tierno y relajado durmiendo.

Poco a poco retiro sus brazos de encima mio y acomodo la ropa que me prestó anoche para dormir antes de ir a la puerta y abrirla de mala manera.

Cuando veo quien está del otro lado no puedo evitar poner mala cara. Y mi actitud cambia drásticamente también.

—¿Qué?—es lo único que pregunto sin abrir del todo la puerta para que no entre.

Ella me mira de arriba a abajo y no puedo evitar sentirme incómoda. Seguro me veo fatal con la ropa de Lautaro que me queda gigante y con el pelo todo despeinado. Agustina, en cambio, tiene un lindo vestido pegado al cuerpo. Me extraña porque son recién las nueve de la mañana y hace mucho frío. Tal vez es su forma habitual de vestirse. En fin, su mirada es de total superioridad cosa que me molesta.

—¿Qué haces vos aca? Lautaro me dijo que viniera. Me parece que la que está de más aca sos vos. Una desubicada total—vuelve a mirarme de arriba a abajo y quiero arrancarle los pelos, pero me controlo como puedo.

—Ah, no me mencionó que ibas a venir. Como podés ver, estuvo ocupado conmigo—doy a entender mal como se dieron las cosas, pero me molesta mucho su actitud conmigo. Si ella quiere ser una hija de puta yo también puedo serlo.

—Ya veo. ¿Por eso me pidió que viniera? Capaz a terminar lo que vos no pudiste.

—Haceme el favor y andate—es todo lo que digo, porque no quiero aceptar que en el fondo me dolió lo que dijo. Me mira peor.

—Yo de acá no me voy nada chiquita, y es mejor que te vaya aclarando las cosas como son—se acerca a mi y comienza a hablar más bajito—. Serás la mejor amiga de Lautaro hace años, pero tenés que aprender a conocer tu lugar. Esto que tenemos se está tornando serio y te digo yo que en serio no querés meterte en medio. No creo que quieras meterte en problemas conmigo. No me jodas lo que tengo con él, y yo no jodo con su ridícula amistad. Porque sino voy a tener que hacerlo elegir entre vos y yo, y ambas sabemos con quién va a quedarse.

Eso sí lo siento como una amenaza pero también me da algo de risa.

—Te conoce hace apenas un mes, ¿te pensas que va a dejar a su mejor amiga de toda la vida por una chica que recién conoce? Me das muchísima lástima, corazón.

Después de esto intento cerrar la puerta pero su mano me lo impide.

—Te lo digo por última vez peque. No te metas en nuestra relación—pronuncia el apodo cariñoso que usa Lauti conmigo, pero lo dice como si fuese peor insulto de todo el mundo.

—Buenos días—escuchamos la voz de Lautaro atrás. Me doy vuelta pero antes veo como Agus cambia totalmente su cara de amenaza a una radiante sonrisa que dirige a mi mejor amigo.

—Hola, hoy no te levantaste a sacar la basura pero de eso me estoy encargando yo—le digo refiriendome obviamente a su amiga. Entiende perfectamente y ríe un poco hasta que vuelve a ver a la rubia detrás de mi.

—¿Qué haces ahí afuera? Pasa—la invita. Ella vuelve su vista a mi y su sonrisa de superioridad no me pasa desapercibida.

—Gracias. Por acá hay mucha falta de educación me parece.

Ruedo los ojos y miro a Lautaro para que me defienda pero no dice nada, sólo se pone a preparar el desayuno.

—Hoy sí que es un lindo día—dice cuando termina, después de unos minutos de silencio incómodo en todo el departamento—. Voy a desayunar con mis dos chicas.

Lautaro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora