02. Defensa

28 6 0
                                    

Mami se fue otra vez.

Mami tuvo que irse otra vez.

Mami no me dejó, tuvo que irse.

—Vamos, pequeño demonio. Es hora de comer.

Meli me carga.

Meli me lleva a la cocina.

Meli me sienta en un sillón y me prepara la comida.

—¿Cómo estás, hermoso ángel? —me giro y veo a esa mujer que viene cuando mamá se va.

Ella no me agrada.

Ella no es mi mamá.

No me gusta que ella me llame hermoso ángel.

Frunzo el ceño y cruzo los brazos sobre mi pecho.

—Venga, Demetrius. Vas a terminar queriéndome. Lo sé.

La mujer me carga y Meli se ríe. Miro mal a Meli y me suelto de la mujer, aterrizo de pie en el suelo. Mami dice que cuando hago eso, parezco un gato.

¿Cómo son los gatos?

—Eres más escurridizo que un gato.

La mujer me hizo reír.

La mujer me comparó con un gato, justo como hace mamá.

Pero la mujer no es mamá.

Quito mi sonrisa y la miro feo.

—Oh, vamos, Demetrius. ¡Habías sonreído! —se quejó la mujer— Sabes que te agrado, deja de fingir, muchacho travieso. —ella entrecerró los ojos y estuve a punto de reír cuando Meli me distrajo.

—Déjalo, Atenea. —pidió ella— Madre se fue y padre no lo hace muy sencillo para él. Han sido semanas difíciles. —explicó.

Semanas difíciles.

Padre me ha dado palizas en estas semanas.

Padre había estado muy enojado porque mamá se fue.

—Siento no haber podido venir antes. —se disculpó la mujer— Quise hacerlo pero...

—No nos debes explicaciones, Atenea. Bastante haces al venir. —agradeció Meli.

Atenea. No me gustaba Atenea.

—Bueno, déjame ocuparme de alimentarlo y tú ve a tus entrenamientos antes de que Hades note que no estás practicando por cuidar de él.

—Me importa una mierda que lo note.

—Lenguaje, Melinoë. —regañó la mujer.

—Lo siento, pero me cabrea...

—No busques más problemas, querida. Yo me encargo de él durante este tiempo, ¿entendido?

Meli asiente y me mira.

—Pórtate bien, pequeño demonio.

Meli me da un beso en la frente y se va.

—Bueno, somos tú y yo ahora. —dice la mujer distrayéndome de ver a Meli irse.

La miro feo. Ella sonríe. ¿Por qué sonríe?

Ella me carga y me sienta en una silla frente a la mesa. Ella sirve mi comida y toma una cuchara para darme la avena que Meli preparó.

Asquerosa avena.

Le quito la cuchara y la estampo contra la pared.

—¡Demetrius! —se queja ella y yo me encojo de hombros con una mueca de asco— Sí, sé que es asquerosa. Te entiendo.

PecadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora