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𝚂𝚊́𝚋𝚊𝚍𝚘 7 𝚍𝚎 𝙰𝚐𝚘𝚜𝚝𝚘

6:00 𝚊.𝚖.

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Quiero meter mi cabeza debajo de la almohada.

Pero no lo hago. Simplemente no puedo.

Por una vez, quisiera tirar mi rutina mañanera por la borda y dormir un poco más. Pero mi cuerpo está tan acostumbrado que a esta hora tengo los ojos bien abiertos, la atención alerta y las energías al tope.

Aún si me quedo aquí, no podré dormir.

El sol aún no sale por completo, el tiempo es sereno afuera y seguramente hay una espesa neblina.

Día horrible para ir a correr.

Pero aún así me preparo para hacer algo de ejercicio. Para eso decidí ocupar la habitación restante de la casa.

De nuevo aquel tierno ladrido.

Me pregunto: ¿qué hará tan temprano afuera?.

Me asomó por la ventana, creyendo que tal vez, el cachorro se había escapado y que buscaba como entrar a la casa.

Pero no. Ella lo acompaña y lo lleva con la correa.

Si hay neblina, pero no tan espesa como creía.

Logro verla: un conjunto deportivo, una coleta alta trenzada, un cubrebocas —para no mezclar tu respiración agitada que es caliente con el frío del ambiente—, y unos audífonos.

Configura algo en su teléfono mientras el perro da vueltas en su lugar y ladra.
Ella guarda el móvil en una de esas bolsas para teléfonos que se ponen alrededor del brazo. Y se marcha, trotando.

Vaya, creo que aquella escena acaba de mejorar mi día por completo.

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4:00 𝚙.𝚖.

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Que día tan más aburrido.

Salí a recorrer y poner más atención al vecindario. Era un hermoso lugar: colorido, alegre, tradicional y muy rústico.

Además de tranquilo. La primera cualidad por la que elegí comprar una casa aquí.

El sol se dignaba a aparecer de vez en cuando, pero nada más que eso. Seguía haciendo frío y eso alentaba a llevar chaqueta o un suéter grueso.

Vaya, creo que, después de escuchar tanto al cachorro de mi chica del balcón, ya alucino con el sonido.

No se como el poco sol causa alucinaciones tan reales. Creo que veo al Husky viniendo hacia mí.

No, no es una alucinación. Lo confirmó al sentir el pelaje suave y esponjoso sobre mis abrazos.

Porque, se ha lanzado hacia mí. Y yo, por inercia, lo atrapo.

– Hola pequeñín – hablo al salir del shock inicial.

Tengo entendido que, cuando un perro tiene  un duelo estable, debe llevar un collar con una placa que contenga su nombre y en la parte trasera, lleve el nombre del dueño, dirección y teléfono.
Por si se llegan a extraviar.

Quiero gritar y celebrar, es mi mayor oportunidad para conocer más de ella.

Me cercioro de que, efectivamente, lleva un collar de piel. Lo rodeó, hasta dar con la pequeña placa de metal en forma de hueso.

Leo el frente: "Dentado". Que raro nombre para un perrito tan dulce.

Me apresuro a voltear la placa, logró ver de reojo la dirección y, sin poder evitarlo, el cachorro se mueve enérgicamente y la placa se menea con él.

No logro ver nada.

– ¡Dentado! – reconozco la voz, el perro baja de un brinco – ¿Dónde te has metido, travieso? – lo está buscando.

El aludido ladre y corre hasta donde la voz de ella proviene.

Ay, otra oportunidad de conocerla que se echa a la basura.

Me recargo en la pared que tengo a un lado, rendido. Tal parece que el destino no quiere que conectemos en ningún momento.

– No te vuelvas a salir así – ríe, supongo que lo ha de estar acariciando y mimando – Me hiciste correr por casi toda la manzana.

Y de pronto la veo. Ella acaba de asomarse de la esquina y me está mirando.

Sus ojos azules son profundos y cristalinos. Nunca los había imaginado de esa forma.

Además, ¿qué eran aquellas marcas que tenía en sus mejillas? ¿Pintura?.

Ella me sonríe levemente y solo hace una muy pequeña reverencia.

Ha de adivinar que estuve con el perro.

Estoy mudo. Quiero hablarle pero no puedo.

Pido a gritos —internos— que ella me hable.

Pero no, solo hace esa reverencia.

Y se marcha.

Ay Dios.

¡¿Acaso he echo algo mal para que me tortures de esta forma!?.


































★彡Chyio67🌻

𝐁𝐀𝐋𝐂𝐎𝐍𝐘 𝐆𝐈𝐑𝐋 •  ᵏᵃʷᵃʰⁱᵐᵃ | ①Where stories live. Discover now