Capítulo 2.

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Un nuevo día comenzaba, los rayos impertinentes y cálidos del sol atravesaban todo al paso, hasta colarse por los muros del palacio. Tocaron con delicadeza la ventana de los aposentos del príncipe, que dormía plácidamente luego de una noche perfecta y acalorada.

Los recuerdos de las horas pasadas junto a Changbin llegaban como marejadas a su cerebro, haciéndolo sonreír inconscientemente mientras dormía entre las sábanas de seda. Sus manos parecían picar, ansiando mucho más contacto en lo que parecía ser una ilusión de su sueño.

"Binnie entrará en celo". Oh, joder, sí.

Abrió los ojos lentamente, topandose con la vista hacia el patio principal desde la gigantesca ventana. Talló con cuidado para ver mejor, duró poco en su ensoñación cuando se dio cuenta de que estaba sudado. Una sensación extraña, quizá producto de los bellos recuerdos de la noche anterior.

Esbozó una sonrisa, apoyando sus manos en el colchón. Cerró los ojos y mordió sus labios cuando pudo reconocer un cosquilleo familiar en su vientre bajo. Al parecer algo le estaba pasando, inconscientemente bajó su mano derecha hasta su entrepierna, su respiración haciéndose cada vez más irregular. ¿Que diablos le estaba ocurriendo?.

.— oh, mierda —. Jadeó entre sorprendido y excitado.

Estaba tan duro.

.— carajo... —. Lo primero que pasó por su mente, fue que quizá su celo se había adelantado. Pero no lo sentía como tal, entonces, ¿Qué estaba pasando con él?.

Recostó su cuerpo, soltando un tembloroso quejido que sonó más como un gruñido. Miró hacia abajo, donde sus manos acariciaban ahora su despierto miembro, tan sensible y húmedo en la punta, Santa virgen.

Así hizo, removiendose cuando sentía a ratos el orgasmo, hasta que por fin lo tuvo, entre que follaba su propia mano, imaginando seguramente algún escenario donde marcaba al Omega. Soltando gemidos roncos, manchó su mano en una corrida abundante y tan fuerte, tan intenso que por algunos segundos quedó mareado y algo disperso.

Secó su frente, agotado, impresionado por lo que acababa de suceder. Tenía que bañarse, y cambiarse esas ropas, las visitas de sus padres no tardarían en llegar y el no podía salir en esas fachas, y menos con esa mancha de esperma en su camiseta de dormir.



Vistió calcetines blancos, le incomodaba andar sin ellos, un pantalón negro y camisa blanca cuidadosamente planchados, botas bien lustradas y una chaqueta negra sin mangas. Peinó su cabello finamente hacia atrás, y se colocó un par de aretes.

Sintiéndose bien con su apariencia, satisfecho, salió de su cuarto para tomar el desayuno y comenzar su día. Ansiaba saber cómo se sentía su preciado Changbin luego de la visita que le había dado. Suspiró tontamente enamorado, hasta que terminó de bajar las escaleras con un pequeño salto.

No era novedad ver a todos los sirvientes corriendo hacia todos lados, aquí, allá, arriba y abajo, y tan solo por unas visitas. Hasta sus padres estaban ayudando, sus progenitores eran distintos a todo monarca que haya conocido. Ellos trataban de las mejores maneras a sus criados, y les daban todas las comodidades, tampoco tenían problemas en ayudar o incluso limpiar. Félix se sentía bendecido por saber que sus padres no eran unos crueles tiranos.

.— buenos días, príncipe Lee —. Habló una de sus sirvientas, una mujer muy dulce, y de edad.

Aquella anciana que siempre estaba dándole pastelillos y chuches a escondidas.

Le sirvió un delicioso té refinado de jazmín, con una rebanada de cheesecake de frutos rojos. Félix le contaba cosas de su vida personal, y ella como buena oyente y fiel amiga, mantenía sus secretos. Sin embargo, ella aún no sabía del amor entre el príncipe y Changbin.

Prince Alpha. [LixBin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora