Promesas Silenciosas

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¿Cómo podía aclamar con tanta naturalidad que era su destino estar juntos? ¿Acaso no estaba consciente de lo enfermizo que todo aquello podía resultar? Lo vio la noche anterior, lo investigó, y ahora, de la nada, se vuelven a encontrar ya que al parecer, ella era la bibliotecaria ¿lo era verdad? Podía ser una coincidencia cuando menos aterradora, ¿pero si de alguna forma supo que iría ahí? No, no había manera ¿cierto? Si alguien los quería juntos, definitivamente no era el destino, solo era una mujer loca, nada más.

Todos estos pensamientos se arremolinaban en su mente mientras llegaba a la mansión, intentando buscarle sentido a toda la situación, ¿Cómo era posible que una mujer que lucía exactamente como la señorita Kringle, a la que le gustaban los acertijos, se apareciera dos días seguidos justo antes de que tuviera que reunirse con Oswald? ¿Era solo una coincidencia, o había algo más grande detrás, algo que el ignoraba?

Entró en la mansión dirigiéndose a la oficina de Oswald, pretendiendo realizar su investigación, conocer algo más sobre las primeras familias de la ciudad.

Dio dos golpes en la puerta antes de entrar, y vio a aquel hombre de negros cabellos y peinado peculiar sentado frente a una pila de papeles.

-Vaya, eso fue rápido- le sonrió viendo el libro entre las manos del de lentes, sonrisa que se borró al ver su rostro -¿Ed? ¿Te encuentras bien? Estás pálido- dijo esto mientras se levantaba para acercarse a él.

-Yo uhm...- me siento enfermo -¿recuerdas a la mujer de la que te hable ayer?

-¿Isabelle?

-Isabella, no es importante, yo, la ví de nuevo hoy, en la biblioteca.

-¿Cómo?

-Resulta, que trabaja ahí, o al menos eso creo, es menos aterrador que la segunda opción teniendo en cuenta lo que pasó.

El rostro extrañado de Oswald fue la respuesta que necesitaba para continuar.

-Ella... Me investigó, Oswald. Digo, no debería ser tan extraño conocer mi nombre teniendo en cuenta que, bueno, soy tu jefe de estado, pero anoche no lo sabía, y yo no se lo dije. Además, textualmente me dijo que terminó por descubrir que trabajaba contigo, no lo sabía, lo investigó, me investigó.

Sintió las manos de Oswald sobre él, guiándolo suavemente hasta un sillón para que pudieran sentarse.

Oswald lo veía con clara angustia en su rostro, tomando suavemente su mano entre las suyas.

-Si hay algo que quieres que haga, dilo, lo que sea.- vió en sus ojos un rastro de ira, su voz en un tono monótono que le erizaba la piel, veía la rabia que le daba que aquella mujer lo hiciera sentirse en peligro.

-Tal vez, deberías envíar a alguien a vigilarla, solo eso, por ahora.- le sonrió en un intento de apaciguar el odio que aparecía en él por su acosadora, lo cual funcionó pues el rostro de Oswald se suavizó poco a poco.

-Muy bien, Eddie- dijo mientras besaba su mano -pero si te sientes en peligro por ella, no dudaré en matarla.

Se quedaron ahí, en aquel sillón, por varios minutos más, uno junto al otro, sintiendo como poco a poco volvían a estar en calma, con la cabeza de Edward apoyada sobre la de Oswald, quien estaba inclinado sobre la curva entre su cuello y su hombro, respirando suavemente, asfixiandose en el aroma del otro.

El tiempo se detenía para ellos, permitiéndoles sentir cada latido, cada roce de sus dedos; permitiéndoles sentir la respiración del otro, sin tener que llenar el silencio que los acogía, sin tener que decir una sola palabra para saber lo que el otro sentía.

Corre Hacia ÉlWhere stories live. Discover now