006. The girl

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𓆉︎ ¦ CHAPTER 006.

« No se si reír o llorar. »

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Los demás chavales de mi equipo empezaron a chillar y retroceder hacia la salida, pero el gigante Chupatuétanos lanzó una pelota con mortífera precisión

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Los demás chavales de mi equipo empezaron a chillar y retroceder hacia la salida, pero el gigante Chupatuétanos lanzó una pelota con mortífera precisión. Pasó rozando a Raj Mandali, que ya estaba a punto de salir, y dio de lleno en la puerta, cerrándola como por arte de magia. Raj y los otros empezaron a aporrearla desesperados, pero la puerta no se movía.

—¡Dejadlos marchar!—grité a los gigantes.

El llamado Quebrantahuesos me soltó un gruñido. En el bíceps tenía un tatuaje que rezaba: «Me gustan mis Ricuras.»

—No se si reírme o llorar —dijo yule mirando hacia el tatuaje.

—¿Cómo? ¿Y dejar escapar unos bocados tan sabrosos? ¡No, hijo del dios del mar! Nosotros los lestrigones no sólo estamos aquí para darte muerte. ¡Queremos nuestro almuerzo!

—¿Hijo del dios del mar?

—Ahorita no chino

—Soy coreano

Hizo un gesto con la mano y apareció otro montón de pelotas en el centro del gimnasio. Pero aquéllas no eran de goma. Eran de bronce, del tamaño de una bala de cañón, y tenían agujeros que escupían fuego. Debían de estar al rojo vivo, pero los gigantes las agarraban con las manos como si nada.

—¡Entrenador!—grité.

Nunley levantó la vista adormilado, pero si llegó a ver algo fuera de lo normal en aquel partido de balón prisionero, no lo demostró. Ése es el problema de los mortales. Una fuerza mágica, la niebla, difumina ante sus ojos la verdadera apariencia de los monstruos y los dioses, de manera que tienden a ver solamente lo que son capaces de comprender. Quizá el entrenador vio a varios chavales de octavo aporreando, como de costumbre, a los más pequeños. Quizá los demás vieron a los gorilas de Sloan a punto de lanzar cócteles Molotov (tampoco habría sido la primera vez). En todo caso, seguro que nadie se había dado cuenta de que nos enfrentábamos con auténticos monstruos devoradores-de-hombres sedientos de sangre.

—Hummm... sí—murmuró entre dientes el entrenador—Jugad limpio.

Y volvió a concentrarse en su revista.

—¿!Quién mierda capacita estos maestros?!—grito yule entrando en pánico.

El gigante Devoracráneos lanzó una pelota. Yo me eché a un lado para esquivar aquel ardiente cometa, que me pasó junto al hombro a toda velocidad.

—¡Corey!—chillé.

Tyson lo sacó de detrás de las colchonetas un segundo antes de que la bola estallara en ellas y las convirtiera en un montón de jirones humeantes.

DEMONS || Percy Jackson Where stories live. Discover now