008. The gray sisters

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𓆉︎ ¦ CHAPTER 08.

« Las hermanas grises »

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—Un momento. —Annabeth se detuvo en la esquina de las calles Thomas y Trimble, y rebuscó en su mochila— Espero que aún me quede alguna.

Su aspecto era incluso peor de lo que me había parecido al principio. Tenía un corte en la barbilla y un montón de ramitas y hierbas enredadas en su cola de caballo, como si llevara varias noches durmiendo a la intemperie. Los desgarrones del dobladillo de sus vaqueros se parecían sospechosamente a las marcas de unas garras.

—¿Qué estás buscando?—pregunté.

Sonaban sirenas por todas partes. Supuse que no tardarían en pasar más policías por allí delante, en busca de unos delincuentes juveniles especializados en bombardear gimnasios. Seguro que Matt Sloan ya había hecho una declaración completa, y probablemente había tergiversado tanto las cosas que ahora los caníbales sedientos de sangre éramos Tyson, Yule y yo.

—He encontrado una, loados sean los dioses.

—Annabeth—le dije—, ningún taxista de Nueva York va aceptar esa moneda.

—Stéthi—gritó ella en griego antiguo—. ¡Ó hárma diabolés!

Como siempre, en cuanto se puso a hablar en la lengua del Olimpo, yo la entendí sin dificultades.

—¿Qué dijo? No hablo TakaTaka— Preguntó yule atrás de Hydra

—Dijo "Detente, Carro de la Condenación"—Respondió mi rubia.

—Eso no suena a un bonito trayecto.

Fuera cual fuese su plan, aquello no me inspiraba mucho entusiasmo precisamente.
Annabeth arrojó la moneda a la calle. Pero en lugar de tintinear como es debido, el dracma se sumergió en el asfalto y desapareció.

Durante unos segundos no ocurrió nada. Luego, poco a poco, en el mismo punto donde había caído la moneda, el asfalto se oscureció y se fue derritiendo, hasta convertirse en un charco del tamaño de una plaza de parking... un charco lleno de un líquido burbujeante y rojo como la sangre. De allí fue emergiendo un coche.

Era un taxi, de acuerdo, pero a diferencia de cualquier otro taxi de Nueva York no era amarillo, sino de un gris ahumado. Quiero decir: parecía como si estuviese formado por humo, como si pudieras atravesarlo. Tenía unas palabras escritas en la puerta -algo como HREMNAS SIGRS-, pero mi dislexia me impedía descifrarlas. El cristal de la ventanilla del copiloto se bajó y una vieja sacó la cabeza. Unas greñas grisáceas le cubrían los ojos, hablaba raro, farfullando entre dientes, como si acabara de meterse un chute de novocaína.

DEMONS || Percy Jackson Where stories live. Discover now