-CAPÍTULO XIII-

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Quiero vivir

Aryx:

—Notre entreprise achète des femmes de la meilleure qualité, croyez-moi, vous ne le regretterez pas —suspiro frustrado.

He estudiado cuatro años el francés y aún no me acostumbro.

—Alors j'attends une bonne offre, on va conclure l'affaire en Hongrie — dijo el hombre, se levantó y se fué.

Lo peor es que en estos días, me reuniré con otros socios en Zurich.

¡El alemán es peor que el francés!

Salí de la sala de conferencia, los hombres con los había hecho el trato, se alejaban con bastante curiosidad al ver a Alya esperando en la sala, la miraban curiosos y con un deseo mal disimulado.

Y no los culpo.

Físicamente, Alya no es el tipo de mujer que más me atrae, pero tampoco voy a negar el hecho de que me ha cautivado desde el primer momento que la vi. De hecho, mientras más la conozco, más ganas tengo de incendiarme en el fuego ardiente de su inexperiencia y ahogarme en el rocío de su cuerpo.

Resoplo.

Me voy a poner duro.

Mientras camino, recuerdo con gran claridad ese día. Susurrando mi nombre inconscientemente, totalmente expuesta al reflejo del espejo, fantaseando mil y una maneras en las que la tomo. 

«¿Cómo pudo no darse cuenta de que susurraba mi nombre?»

Ahhh...

Esa inocencia suya es demasiado tentadora.

Debería ser ilegal que ella sea tan inteligente y al mismo tiempo tan inocente.

Fui incapaz de controlarme, avergonzarla se ha vuelto parte de mis momentos favoritos. Pero esa inocencia... Guarda una lujuria pecaminosa, guarda una personalidad tan dominante que me provoca una sádica sed de destrucción.

Ansío destruir esa inocencia.

Relamo mis labios, rememorando la sensación de su cabello, la humedad de su cuerpo sobre el suelo y las gotas de lágrimas que reposaban sobre sus pechos. Ella es demasiado tentadora, demasiado inteligente, demasiado astuta.

Aun no puedo creer que me puse a jugar aquel tonto juego con ella.

Y no me defino como alguien tan vainilla cómo para excitarme con solo mirarla desnuda.

Aun así...

«Me excité.»

Pero tenía ella que arruinarlo todo.

Lo que sea que haya conversado con Alejandro, es un auténtico peligro. Y encima que la alejo de él, esa mujer se enfada conmigo. No creo que ella sea tan estúpida cómo para caer por Alejandro solo porque tiene una cara bonita...

Me detengo abruptamente cuándo veo perplejo el nuevo cartel de la empresa.

Una punzada destructivamente arrasadora me deja sin aliento, enfermándome de un miedo imperceptible e instalándose en mi alma. La inseguridad me nubla nuevamente la vista, disparándose cómo una bala inminente y destruyendo todo mi ser.

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now