CAPÍTULO 31

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Pasó una semana desde que Adam se enfermó, estoy acomodando unos papeles en su oficina, sonó mi celular y contesté.

–Diga.

–Hija, soy yo.

–Alba ¿qué quieres?

–No seas grosera con tu madre, un día tendrás hijos y comprenderás.

–Tú no eres mi madre y ya tengo hijos y créeme que jamás destruiría mi familia como tú lo hiciste con la tuya.

–¿Tienes hijos?

–No es tema de tu incumbencia, ¿qué es lo que quieres?

–Pues necesito dinero.

–Ya te di dinero una vez, si tu borracho no supo aprovecharlo no fue mi culpa.

–No le digas así.

–Eso es lo que es, ¿cómo quieres que lo llame?

–Está bien, pero necesito dinero.

–No.

–Me quitarán la casa de tu padre si no lo consigo.

–¿Qué hiciste?

–Hipotequé la casa para pagar una deuda.

–¡Una deuda! ¿de quién? ¡De tu maldito borracho verdad!

–Hija…

–¡No me digas hija, no soy tu hija, dejé de serlo hace mucho!

–No quiero perder la casa hija.

–Adiós Alba.

Colgué la llamada, me senté en el sillón y unas lágrimas corrieron por mis mejillas, se abrió la puerta de la oficina y entró Adam.

–Mi amor ¿estás bien? – asentí, se acercó a mí y se sentó a mi lado, apenas estuvo cerca de mí me lancé a sus brazos y comencé a llorar, él me atrajó a su pecho y me dio un beso en la frente, los niños se asomaron por la puerta y nos vieron, entraron lentamente y se acercaron a nosotros, me abrazaron, lloré unos minutos más hasta que pude tranquilizarme.

–¿Qué pasó mami? – preguntó Evan.

–Nada cariño, es que vi un vídeo triste en el celular, pero no se preocupen, vayan a jugar.

–No veas esos vídeos mami porque te hacen llorar. – dijo Ethan.

–Ya no los veré cariño, lo prometo, pero vayan a jugar ¿si?

–Ok. – dijeron ambos, me dieron un beso en la frente y salieron de la oficina.

–¿Qué pasó amor? – preguntó Adam.

–Me llamó Alba y dijo que van a quitarle la casa de papá, es increíble cómo pudo hipotecar la casa para su borracho cuando papá se esforzó tanto para comprarla.

–Tranquila amor.

–Es que me duele Adam, me duele que no haya dudado en hipotecar la casa de papá para ese borracho.

–Lo sé amor, podemos pagar la hipoteca…

–Es lo que haré, he ahorrado para comprar la casa desde hace tiempo y ya tengo lo suficiente.

–Bueno, llamaré a mi abogado para que nos ayude y para que ponga la casa a tu nombre.

–Gracias Adam.

–No tienes nada que agradecer amor.

–Sí tengo y mucho.

Me senté en su regazo y lo besé suavemente, nos quedamos así durante varios minutos, Adam llamó a su abogado y él se encargaría de todo, más tarde vino a casa para hacer la transacción y firmar los papeles, en menos de unas tres horas, la casa era mía.

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