🦒•Unstoppables•🦒 {Chifuyu Matsuno x Oc}

🦒Capítulo 20🦒

‧͙⁺˚*･༓☾🦦☽༓･*˚⁺‧͙

— Emma ha muerto -habló Mikey a través del teléfono.

Y la castaña no supo como reaccionar, se paralizó y su teléfono cayó al suelo, y acto seguido sus temblorosa piernas le hicieron caer de rodillas.

Algunas llamadas por parte de Mikey, tratando de hacerla reaccionar no tardaron en aparecer.

— Tranquilo Mikey, voy a estar bien -respondió tratando de sonar lo mejor posible.

Mikey se despidió de ella y colgó, él no se encontraba en condiciones de hablar.

La chica no sabía como reaccionar todavía, rodeó sus piernas con los brazos y lloro.

Siguió llorando hasta que su voz fallase.

Empezó a insultarse mentalmente, diciendo cosas como "eres una inútil", "no sirves para nada", "deberías haber estado para que te mataran a tí y no a ella".

Empezó a torturarse mentalmente al punto de odiarse, ella misma se sentía repugnante.

No podía saber cuando podrían tratar de matar a Emma y eso le jodia.

Era la primera amiga que había tenido, no tuvo el tiempo necesario de estar con ella.

Y después se levantó, con la cabeza gacha, mirando al suelo, su mente estaba en blanco, su rostro no tenía emoción alguna.

Agarro una caja en la mantenía una cuchilla.

La impotencia de no haber estado para salvar a su amiga la consumía.

Volvió a sentarse en el suelo.

Miraba hacia cualquier lugar de su habitación.

“— Emma, te presentó a Shiroi -habló cierto pelinegro.

— Un gusto -respondió aquella rubia sonriendo.

— El gusto es mío -habló tímida la castaña”

R

ecordó aquel hermoso brillo de los ojos de la rubia.

La castaña desvendo su brazo, ese odioso brazo, que tanta repugnancia le tenía, este, estaba lleno de marcas, todas de arañazos que se había hecho, todavía seguían ahí.

Con aquella cuchilla rajo su brazo.

Era un corte tan pequeño que era casi notorio.

"Cobarde" se dijo a si misma, y lo repitió una y otra vez.

“— Ey, Shiroi, juguemos juntas -habló la rubia.

— ¿Um? ¿Cómo...se juega? -pregunto la chica castaña.

— ¿Nunca has jugado a algún juego? -pregunto la rubia.

— No -dijo apenada.

— Yo te enseña de a jugar -dijo emocionada aquella rubia.”

Las lágrimas no cesaban, volvió a rajar sus muñecas.

Su teléfono sonaba, a lo lejos, ella no se sentía con los ánimos de cogerlo.